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80 S alvador R os y C alaf que principia en la creación del mundo y concluye en el año 937 de la Era cristiana. Lo mismo sucedió en Palestina, la Siria, la Mesopotamia, la Armenia y otros países dominados por los mahometanos como se ve por los concilios generales y nacionales celebrados en los siglos VIII, IX, X y siguientes. Lo propio, es de creer, sucedió en Berbería, especialmente en Tingitana do- minada por los godos. Bien que menos afortunados, quizá, en este punto que en otras regiones, mientras los cristianos tuvieron valor para perseverar en la fe, y medios y voluntad para pagar los tributos exigidos, y sin los cuales no permitían el culto público de la religión cristiana, esta subsistió con su jerarquía eclesiástica. En España no hay que consignarlo. Muy sabido es que la jerarquía eclesiástica permaneció en la misma Andalucía hasta muy entrado el siglo XI, casi de la misma manera que en tiempos de la monarquía visigoda. Siendo pues un hecho constante que el dominio mahometano no implicó nunca el exterminio de la religión cristiana, sino únicamente su opresión moral y material, claro es que no desapareció de Ceuta y demás poblaciones de África visigoda por el sólo hecho de haber sido ocupadas por los mahometanos. No en- traron estos en Ceuta por la fuerza de las armas, ni como enemigos de sus mora- dores, sino como amigos y aliados de su gobernador el conde D. Julián, y de su partido que era el de los Witizas cuyo restablecimiento en el trono se proponía. Desde el momento en que derrotado el Rey Rodrigo en el Guadalete se con- virtieron los mahometanos de auxiliares en conquistadores y dominadores, los cristianos de Ceuta quedaron en la misma situación que los de Sevilla, Málaga, Córdoba, Salamanca, Segovia, Zaragoza, Lérida, Toledo y demás ciudades de España. En su virtud fueron privados del templo o templos principales, fueron arrumbados a un barrio y pagaron el tributo acostumbrado en todas partes para ejercer públicamente la religión cristiana. Cuanto tiempo subsistieron en Ceuta no es fácil averiguarlo, pero se puede hacer sobre esto alguna conje- tura cuyo valor es el de los fundamentos en que se apoya. Concretándonos a Andalucía que era, por decirlo así, el corazón del imperio mahometano en España, los cristianos subsistieron en todas las ciudades hasta la famosa ex- pedición del Rey de Aragón Alfonso el Batallador a la Vega de Granada hacia el año 1126. Los cristianos andaluces, como vencidos y oprimidos, y menos belicosos por temperamento y por necesidad, que los del resto de España, no tomaban parte en las luchas de raza en que con harta frecuencia andaban re- vueltos los mahometanos; ni hacían tentativas para recobrar su independencia, tentativas que por otra parte habrían sido peligrosas para ellos mismos, lejos de esto, muchos hacían armas con sus paisanos mahometanos contra los reyes cristianos de Asturias, León, Castilla y Aragón; pagaban los tributos impuestos
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