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74 S alvador R os y C alaf Algeciras, recibió allí a las autoridades y principales personajes del imperio de España que fueron a reconocerlo por emperador. Regresó luego a Ceuta y a Marruecos desde donde envió a su hermano Temin a España y le confió el emirato de Valencia cuya posesión tanto tiempo y sangre había costado a los almorávides combatidos por el Cid Campeador y Alfonso VI. A principios del siglo XII se inició otra gran revolución religiosa y política entre los mahometanos de África, la cual trascendió a los de España, y sufrien- do Ceuta las vicisitudes consiguientes. Mohamed Abu Abdallah hijo del encar- gado de encender las lámparas de la gran mezquita de Córdoba, después de haber estudiado allí, pasó a Bagdad para instruirse mejor en la religión maho- metana. En aquella capital dio con el escritor árabe Algazali cuyas obras habían sido condenadas y quemadas en Córdoba, Fez, Marruecos, Cairwan y demás grandes ciudades del imperio almoravita. Abdallah prohijó las ideas religiosas de Algazali, pasó a Berbería y predicó la reforma religiosa según las doctrinas de Algazali. Dotado de grandes cuali- dades hizo en todas partes muchísimos prosélitos. El nuevo profeta tomó el tí- tulo de almohade o conductor y los nuevos creyentes o reformados se llamaron almohades o unitarios. El principal discípulo de Abdallah fue Abdelmumen, primer príncipe y emperador de los almohades. Hicieron crudísima guerra a los enemigos de la nueva reforma a quienes acusaban de politeísmo, su prime- ra fortaleza fue Tinmal, y para asiento del nuevo imperio fundaron una nueva ciudad que llamaron Ahmahadía. Muerto Abdallah en 1129 fue proclamado Califa Abdelmumen. Los almorávides fueron derrotados en todas partes y los almohades se apoderaron de todas sus ciudades inclusas Tremcen y Orán; Ceuta fue arruinada e incendiada y nuevamente reedificada. Los mahometanos españoles de raza árabe, siria, persa y egigera andaban revueltos y sublevados contra los almorávides y llamaron en su auxilio a los almohades. Abdelmumen les envió a su lugarteniente Amran con diez mil caballos y veinte mil infantes que embarcaron en Ceuta y desembarcaron en Algeciras, de donde salieron para Málaga y Córdoba, Tarifa, Jerez y Sevilla. En 1157 ya eran dueños de toda Andalucía. En 1135 embarcó en Ceuta el empe- rador de los almohades Yacub ben Jussuf con el poderosísimo ejército que en Alarcos derrotó a Alfonso VIII, y diecisiete años después, la mayor parte de los 400.000 guerreros que, capitaneados por el mismo Yacub, fueron desechos y de- rrotados en la grande y gloriosísima batalla que se dio en las Navas de Tolosa, el 16 de julio del año 1212. Con los restos de aquel grande ejército formado por mahometanos de todas las Mauritanias, de los oasis del Sahara, y hasta de la Etiopía, derrotado con la protección milagrosa de Dios por Alfonso VIII, el

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