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72 S alvador R os y C alaf llamaron almoravides, esto es, hombres de Dios o santones, entre los cuales se distinguió el berberisco Yussuf ben Taschfin quien, a la muerte del nuevo profe- ta, asumió la jefatura del partido. Hizo una guerra implacable a los mahometanos disidentes a quienes tenían por relajados y, victorioso siempre, se apoderó del reino de Fez, después de ha- ber derrotado cerca de la montaña de Onegui a unas doce leguas de Mequinez, a los descendientes de Zeiri que gobernaban allí con independencia de España. De Fez marchó a Tlemcen, se hizo dueño de toda aquella región, y volvió a Agmat donde puso la capital del nuevo imperio que se llamó de los almoravi- des y a la cual se dio más adelante el nombre de Marruecos, hoy Marraquech. Sometidas las provincias del Mogreb interior atacó su litoral. El emirato de Málaga perdió lo que tenía en África: Tánger, Ceuta, Melilla, Orán y demás ciu- dades hasta Bugía y Túnez inclusive pasaron al dominio de Yussuf ben Tachfin, quien, de vuelta a Marruecos se proclamó Emir de los mahometanos y defensor de su religión. No pararon aquí sus progresos. Los emires de la España mahometana que se habían repartido el imperio de Córdoba, especialmente los andaluces, excepto el de Málaga y otros de la región oriental de la Península, devorados por sus lu- chas y acosados por los príncipes cristianos de la España cristiana llamaron en su auxilio a Yussuf. El más entusiasta fue el emir de Sevilla Almotamid, quien vino a África, y entre Ceuta y Tánger, tuvo una entrevista con el emperador de los almoravides, y le dio para siempre a él y a sus descendientes la plaza de Algeciras, quedando así anexionada al imperio de Marruecos. Para llevar a efecto la tan solicitada intervención armada de Yussuf se em- barcó en Ceuta con un gran ejército, y desembarcó en Algeciras el 30 de julio de año 1086. Este ejército junto con el de los emires mahometanos españoles, y bajo las órdenes de Yussuf peleó con los ejércitos reunidos de Alfonso VI de Castilla, Sancho de Aragón y Berenguer de Barcelona en octubre de 1086 en Zalaca donde se dio la gran batalla de su nombre, la más funesta y adversa que habían tenido los cristianos desde la del Guadalete. Yussuf desembarcó en Ceuta victorioso para Marruecos donde iba a celebrar los solemnes funerales del hijo que deseaba le sucediera en el imperio. Con la ausencia de Yussuf el mando del ejército africano quedó en manos de su lugarteniente Abu Bekr, pero volviendo las discordias entre los emires y los reveses de las armas mahometanas. Por este motivo y porque el emir de los almoravides tenía proyectos ulteriores sobre España, en 1088 se embarcó otra vez Yussuf en Ceuta procedente de Marruecos y desembarcó en Algeciras. Sus operaciones militares fracasaron en Aledo de donde tuvo que retirarse

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