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70 S alvador R os y C alaf día en que se dio la célebre batalla de Simancas) hizo un tratado de paz con los fatimitas por el que Balkim quedó obligado a mandar todos los años al Califa de Córdoba un cierto número de soldados y caballos berberiscos. Estas paces no fueron duraderas. En el año 984 Alhassam, último vástago de la dinastía edrisita, perdonado por Alhakem II y refugiado en Egipto, se unió a Balkim y ambos unidos hicieron la guerra al Califa de Córdoba Hixem II. Almanzor envió contra ellos un poderoso ejército que desembarcó en Ceuta bajo las órdenes de su hermano Omar ben Abdallah, pero fue derrotado y tuvo que refugiarse en Ceuta. Para reparar este contratiempo Almanzor envió otro ejército a Ceuta bajo las órdenes de su hijoAbdelmelik, y unido con su tío Omar emprendieron la guerra contra los fatimitas. Alhassam se entregó y embarcado en Ceuta fue enviado a Córdoba donde no llegó por haber sido decapitado por el camino, acabando así la dinastía Edrisita. Poco tiempo tardó en turbarse de nuevo la paz. El año 998 el emir Zeiri ben Atiga sublevó a los africanos contra la dominación de Córdoba. Almanzor envió otra vez a su hijo Abdelmelik para combatir a los sublevados y lo hizo con tan buena estrella que Zeiri fue vencido, derrotado y muerto en el campo de batalla. Este triunfo fue grandemente celebrado en Córdoba y uno de los hechos con que más lo celebraron fue el dar libertad a 1.800 esclavos cristianos de ambos sexos. Ceuta era el puerto predilecto donde embarcaban y desembarcaban los ejérci- tos que iban y venían de España y África. En Ceuta embarcó también el cuerpo de ejército enviado por Moez, hijo y sucesor de Zeiri, al califa de Córdoba y uno de los que tomaron parte, bajo las órdenes de Almanzor, en la famosa batalla de Calatañazor tan gloriosa para los cristianos acaudillados por los Reyes de Navarra y Castilla en persona y por el conde Menendo en representación del de León, Asturias y Galicia, Alfonso V, niño entonces de ocho años, y de tan funestas con- secuencias para Almanzor que murió en Medinaceli el 9 de agosto del año 1002, y para el imperio árabe, pues desde entonces el imperio de los omeyas caminó rápidamente a la anarquía y a la muerte. Los walíes de Ceuta tomaron una parte muy activa en las luchas civiles que estallaron no mucho después de la muerte del gran Almanzor, brazo y cabeza del imperio que perdió en él al más ilustre de sus ministros. En efecto en el año 1016 Alí ben Hamud, wali de Ceuta, y su hermano Alkasim, que lo era de Algeciras, con sus huestes de Ceuta y Tánger desembarcaron en Málaga para reponer en el trono a Hixem II que aún suponían vivo, pero habiéndolo encon- trado muerto, Alí ben Hamud, el edrisita, fue proclamado Califa de Córdoba y sucesor de Hixem II. Más le hubiera valido no haberse movido de Ceuta,

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