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68 S alvador R os y C alaf en ésta no sería menor el número de víctimas, pues no fue menos sangrienta y terminado el combate un ejército de más de veinte mil sirios se refugió en Ceuta. Desde esta plaza pidió el auxilio de Abdelmelek, emir de España, que residía en Córdoba, y no sólo se negó, sino que hizo arrancar los ojos y ahorcar a Zehiad ben Amru que por su cuenta envió barcos y provisiones. Mas habién- dose los berberiscos de España sublevado contra Abdelmulek, noticiosos de las victorias que los de su raza conseguían en Marruecos; Abdelmulek llamó en su auxilio a los sirios refugiados en Ceuta, capitaneados por Baleg y Thaalaba. Transportado a España el ejército sirio, defendió a Abdelmulek, pero después se sublevó contra él y le ahorcaron entre un perro y un cerdo, para vengar así la afrentosa muerte de Zehiad ben Amru. Baleg fue proclamado emir de la España mahometana entre los años 742 y 743. Después de largos años de guerras civiles entre árabes, sirios, persas, pa- lestinos, egipcios y berberiscos que no podían ponerse de acuerdo la mayo- ría de los caudillos de las facciones, forzados por la necesidad, determinaron poner fin a tanta anarquía eligiendo un príncipe que gobernara la España mahometana, con independencia de los Califas de Damasco y de los Walíes o gobernadores generales de Berbería, residentes en Cairwan y sujetos a los mencionados Califas de Damasco. Le elección recayó en Abderramán, vástago de los Omeyas, único que pudo escapar de la general matanza que de la familia imperial de los Califas de Damasco hizo la usurpadora de los Abasidas y que entonces andaba errante y fugitivo entre las tribus de los desiertos situados al sur de la Argelia o Mauritania Cesariense y embarcado en uno de sus puertos desembarcó en Almuñécar en el año 755. Preciso es dar noticia de las revoluciones políticas entre los mahometanos de España y de África para poder seguir las vicisitudes de Ceuta en el curso de los tiempos en que estuvo sujeta al dominio mahometano. El trono del primer omeya Abderramán I, aunque fundado, según queda di- cho, en el año 755, tardó en afianzarse. Combatido por insurrecciones internas, por los califas abbasidas de Bagdad exterminadores de los omeyas y por los walíes de Cairwan y de Mequinez aliados de los abasidas, no se consolidó defi- nitivamente hasta el año 772, y en el 774 tenía una poderosa escuadra que ponía las costas de la península al abrigo de las invasiones africanas. Desbaratadas las conjuraciones separatistas de los walíes de Zaragoza en el año 778 y las últimas rebeliones de los Feries en 784 dio principio a la grande obra de la mezquita de Córdoba, igual o superior a la de Damasco, quedando así definitivamente fundado el imperio árabe en España mahometana. Poco tardó este imperio en tener una intervención poderosa en las cuestiones africanas. Alhakem I a su regreso a Córdoba, después de sus felices expediciones
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