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67 Historia eclesiástica y civil de la célebre ciudad de Ceuta más que una compensación: hoy tiene las Baleares y las Canarias, que entonces no poseía, pero esas islas, a pesar de lo mucho que valen, no equivalen a los te- rritorios continentales. Y en cuanto a la población también tuvo pérdidas muy sensibles, pues en tiempo de los Reyes Católicos no era tan numerosa como en los días de D. Rodrigo. Todavía fue más funesta para la Iglesia Católica. No desapareció del todo, pero la muzárabe quedó en una situación parecida a la que tiene en los domi- nios de Constantinopla y la independiente sufrió los males anejos a un estado de perpetua alarma y guerras desoladoras. ¡Tales fueron las consecuencias de los imprudentes tratos y alianzas del par- tido de Witiza con los mahometanos! Política funesta, política detestable cuya perniciosa influencia es de presumir que no previeron en toda su extensión. La religión católica y el estado debieron a la desatentada política del partido de Witiza daños inmensos y a la misma Europa graves peligros si Carlos Martel no hubiera logrado detener y humillar a los mahometanos en las tierras de Poitiers. Pero si bien es verdad que la previsión humana no alcanza a tantos si- glos y sucesos, no por eso puede perdonarse al partido de Witiza. ¿Qué podían esperar de alianzas con aquellas razas asiáticas y africanas que por la fuerza de las armas imponían su autoridad a los pueblos y propagaban una religión an- ticristiana y que tantas pruebas habían dado de ser enemigos de España? Con razón se ha hecho odiosísima la memoria del conde D. Julián, Oppas y demás parciales de Witiza que por interés de partido concibieron y realizaron en mala hora el proyecto de tomar por auxiliares de su política a los enemigos de la religión y de la patria VIII . II A principio del siglo VIII, Berbería aún no estaba completamente vencida y dominada por los mahometanos. Muza ben Noseir fue nombrado, por el un- décimo califa de Damasco, Al Walid, gobernador de toda el África berberisca y encargado de someterla por completo, y lo consiguió logrando que los berberis- cos se persuadieran de su común origen, esto es, de que unos y otros procedían de Abraham por Cetura y Agar. Realizada la conquista de España, formó ésta un emirato dependiente del de África cuya metrópoli era la Cairwan fundada por los árabes a unas treinta leguas de Cartago hacia el desierto, dependiendo a su vez del califa de Damasco. Hacia la mitad del siglo VIII hubo dos grandes batallas entre sirios y berbe- riscos, una cerca de Tánger y otra a las márgenes del Masfa. En aquella perecie- ron más de veinticinco mil sirios, árabes y egipcios capitaneados por Koltum;

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