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66 S alvador R os y C alaf Sus dominios eran además la región más culta y sabia de Europa y su código el mejor que se conoció en aquellos tiempos, hecho por Justiniano. Pero a pesar de tanta grandeza no estaba destinada a vivir muchos siglos. Desde el reinado del ilustre y piadoso Wamba se vio seriamente amenazada por un enemigo exterior. Los mahometanos no cesaron de infestar las costas de España, en es- pecial las de Andalucía y particularmente las de Málaga y Cádiz por ser las más próximas a las de África. Wamba tan afortunado en las cosas religiosas como políticas y militares, tuvo, entre otras muchas, la dicha de apresar doscientas setenta embarcaciones africanas, quemarlas y pasar a cuchillo todas las gentes armadas que iban en ellas. Desgraciadamente los sucesores de Wamba en el trono visigodo no tuvieron las virtudes religiosas, políticas y militares de tan ilustre monarca y de otros no menos insignes como Recaredo, Sisebuto y Sisenando que le habían precedido. Los visigodos se corrompieron de una manera extraordinaria y con la corrup- ción se arraigó la tiranía, el despotismo, las discordias y las rebeliones. Esos funestos males se desarrollaron de una manera espantosa en el reinado de los últimos reyes visigodos Witiza y Rodrigo. Los judíos muy poderosos entonces en España y enemigos, como siempre, de la religión católica y también, por aquella época, de la monarquía visigoda, tomaron una parte muy activa en las revueltas de aquellos tiempos. El partido del destronado Witiza no cesó de conspirar contra el entroniza- do Rodrigo, mas no pudiendo destronarlo por sí solo se propuso conseguirlo con el auxilio de los mahometanos que reinaban en África. Por desgracia los gobernadores visigodos que residían en Ceuta y Tánger, el conde D. Julián VII y Requila, pertenecían al partido de Witiza, se entendieron con los mahometanos y pasaron con ellos a la Península, probablemente con el único fin de destronar a Rodrigo y entronizar al mismo Witiza o algunos de sus hijos o a uno de los personajes más importantes del partido. Pero claro es que la intervención ex- tranjera en las contiendas civiles de los visigodos no tuvo lugar sin previos com- promisos onerosos para la Nación y favorables al extranjero; esto es indudable, lo que dudamos es la índole peculiar y la extensión de dichos compromisos. ¡Vanas ilusiones! La intervención extranjera en las contiendas civiles nunca es desinteresada; díganlo los cartagineses y romanos; díganlo Genserico y el conde Bonifacio; Atanagildo y los romano-bizantinos; los ingleses y franceses en nuestros tiempos. La intervención cuesta siempre cara a los intervenidos. Los visigodos todos, sin excepción de partidos, fueron víctimas de los ma- hometanos y España fue repartida entre árabes, berberiscos y sirios. Ha nece- sitado España para reconstruirse setecientos años; ha perdido la Lusitania, la Galia narbonense y casi todo el litoral africano del Estrecho de Cádiz. No tiene

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