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58 S alvador R os y C alaf lo reputamos improbable. Nuestra opinión es que en la Tingitana lo mismo que en las demás provincias africanas, subsistieron, durante la dominación de los vándalos y la de los romano-bizantinos, las mismas sedes episcopales y en las mismas ciudades que en los últimos tiempos de la dominación romana. La existencia de sedes episcopales en la Tingitana desde los tiempos de San Cipriano hasta los del exarca Gregorio, es un hecho cierto, y que las había en todas las provincias africanas, aun en poblaciones inferiores a las de segundo orden, es también un hecho histórico. ¿Por qué no la tendría Ceuta, y quien dice Ceuta, Tánger, que era una de las ciudades de primer orden en la Tingitana? ¿Subsistió durante la dominación goda? No; parece probable que esta se extendiera mucho en la Tingitana, porque ni era fácil que los imperiales se lo consintieran, ni que ellos tuvieran bastante fuerza para extenderse y conservar sus dominios contra la voluntad de los emperadores de Constantinopla. En la imposibilidad de fijar la extensión de los dominios godos en la Tingitana, parece razonable opinar que comprenderían Ceuta y Tánger con todos sus te- rritorios adyacentes, porque si eran ya dueños de todo el Estrecho de Cádiz; podían dificultar la invasión de España y no inspiraban temores a los romanos bizantinos. Parécenos que no hubo sede episcopal ni en Ceuta ni en Tánger durante la dominación visigoda, no porque no hubiera territorio y población suficiente para un obispado, sino porque de haber habido obispo, parece cons- taría en algunos de los Concilios provinciales y nacionales que tan numerosos fueron en la época visigoda y cuyas actas han llegado hasta nosotros; o en otros documentos históricos que también poseemos y gracias a los cuales sabemos con certeza el número de sedes episcopales que había en aquellos tiempos y dónde estaban salvo tres o cuatro que no podemos precisar con exactitud las ciudades en que radicaban. Aquí no puede decirse, ni sospecharse siquiera que se reputaría africano porque los godos permitían que los obispos de sus dominios pasaran al terri- torio de los imperiales, ni estos consentían que los obispos de su territorio pa- saran al país dominado por los godos. Lo más acertado es admitir que el clero y fieles de la región Tingitana dominada por los godos dependían del obispo de Carteya que trasladó su residencia a Asidonia (Medina Sidonia), cuando Sisebuto destruyó las ciudades situadas en el Estrecho de Cádiz, porque en ellas dominaban los imperiales, y allí permaneció hasta el año 1144. En efecto Rufino, obispo de Asidonia firma en segundo lugar en el Concilio celebrado en Sevilla en el año 619 bajo la presidencia de San Isidoro; Pimenio, obispo de Asidonia asistió en persona al IV Concilio de Toledo, y al VII por procurador; Teodoracis asistió al XII, XIII y XV; Geroncio al XVI.

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