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48 S alvador R os y C alaf creerá que Cartagena no tuvo obispo propio hasta el siglo VI en que aparece Héctor? ¿Quién creerá que Carteya estuvo sin obispo desde la muerte de San Esiquio hasta el siglo VII en que su sede episcopal reaparece en Asidonia, sea esta Medina Sidonia, sea Jerez de la Frontera? ¿Quién creerá que desde San Geroncio hasta Sabino no hubo obispo en Itálica? Estas son lagunas históricas, pero lagunas debidas no a la deficiencia de los hechos que realmente han tenido lugar en el curso de los siglos, sino a la pérdida de los documentos históricos destinados a dar fe de la existencia de tales hechos a la posteridad, pérdidas ocasionadas por las grandes turbulencias y devastaciones que han realizado los hombres y la misma naturaleza en el tormentoso curso de los tiempos. El historiador no tiene derecho a falsificar la historia, y llenar los vacíos que en ella ha producido la acción demoledora del tiempo presentando documen- tos apócrifos, haciendo suposiciones arbitrarias y recurriendo a sucesos fan- tásticos; pero sí que puede y debe discurrir fundándose en la analogía y en el procedimiento ordinario de los hombres. Con arreglo a las razones ya expuestas no puede dudarse que los obispos de la España Bética y muy probablemente los mismos apostólicos y en parti- cular San Segundo o San Esiquio propagaron la fe en la Tingitana o España Transfretana. Para asegurar su afianzamiento y desarrollo, y atender a todas las necesidades espirituales de los fieles, era muy conveniente darles un obispo que residiera en la misma Transfretana y que su residencia se fijara en alguna de sus ciudades más importantes. ¿No es esto lo que hicieron los Apóstoles y sus sucesores en todas las regiones de Europa, Asia y África? ¿No es esto lo que se hace hoy día en todas partes, lo que dicta la prudencia más vulgar, el mismo instinto de conservación? Suponer que los primeros apóstoles de esta región africana abandonaron la obra principiada es una monstruosidad, es injuriar su memoria. Y siendo entonces Ceuta una de las poblaciones más importantes ¿se debe dar como cierto que no tuvo sede episcopal? Parécenos que no. Faltan testimonios escritos, la tradición misma ha desaparecido, es verdad, pero no faltan los fundamentos naturales, y por lo tanto razonables en que se apoya la opinión de que Ceuta, lo mismo que Tánger y otras ciudades fueron sede episcopal en tiempos de los romanos. En uno de los famosos Concilios celebrados en Cartago, en tiempo de San Cipriano, sobre la validez de los Sacramentos conferidos por los herejes y cis- máticos, entre los ochenta y siete obispos que suscriben figuran Cecilio de Bilta y Pablo de Bolba, llamadas también Baba y Balba. ¿Dónde estaban estas ciu- dades? Que estaban en la Mauritania no hay duda, pero ¿en cuál? En las obras de San Cipriano editadas en París en 1603 98 hay unas notas según las cuales 98.- CIPRIANI Carthaginensis Episcopi… Opera, Paris 1603.
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