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222 S alvador R os y C alaf reales, capital no muy crecido relativamente al de otros santuarios, pero muy grande atendidas la pobreza y corta población de Ceuta. Prueba esto la devoción de Ceuta a la Stma. Virgen de África y esa devoción revela la fe y especial confianza de sus moradores en las operaciones hechas ante su venerable imagen, confianza que a su vez se apoya en hechos más o menos maravillosos, en los cuales se manifiesta una particular protección del cielo, justamente atribuida a las súplicas de la Stma. Virgen invocada bajo el título de África. Muchas son las imágenes del Señor, de la Virgen y de Santos célebres en todo el mundo católico, y esa celebridad la deben a los singulares beneficios que Dios concede a los que oran ante ellas. Y no se engaña en esto la piedad de los fieles. Ciertamente no hay tiempo ni lugar en que Dios no atienda con su acostumbrada misericordia las pías oraciones de un corazón contrito y humillado; pero es también indudable y consta por las Santas Escrituras que Dios vincula a determinados tiempos, lugares y otras circunstancias algunos favores especiales, así espirituales como temporales, y no concede en otra parte ni de otra manera, y no por falta de poder y bondad, sino porque entra en sus designios manifestar las riquezas de su gloria en tales o cuales ocasiones, tiem- pos y lugares más bien que en otros, según los altos e impenetrables consejos de su Providencia suprema. Así hay montes milagrosos como el Sinaí, el Tabor y el Olivete; templos mila- grosos como el de Jerusalén, desde que fue construido hasta que el hombre fue redimido; sepulcros milagrosos como los de los santos Apóstoles Pedro, Pablo y Santiago, santuarios e imágenes milagrosas como las del Pilar, Montserrat, Guadalupe y Lourdes. El juez de estas preferencias es Dios, Dios sólo, Dios solamente; el fin es su mayor gloria, el honor de sus santos y nuestro bien espi- ritual y muchas veces temporal también. En tiempo de Felipe IV atribuyó Ceuta a la especial protección de la Stma. Virgen de África la gran victoria que consiguió en las afueras la guarnición de esta Plaza, gobernada entonces por el marqués de los Arcos contra el ejército de 24.000 hombres con que la atacaba Ben Bucar 358 ; le atribuyó igualmente la casación de la epidemia que, en 1651, diezmó la población; le atribuyó también la de la peste bubónica que desde junio de 1743 a septiembre de 1744 redujo a la mitad la gente de esta Plaza; le atribuyó asimismo la rápida extinción del in- cendio originado por la inflamación de la pólvora almacenada en el Parque 359 . 358.- Este asalto a la ciudad tuvo lugar el 10 de junio de 1665 y se refleja tanto en las historias de Alejandro Correa de Franca como en la de Lucas Caro y en los libros sacramentales de la actual parroquia de N.S. de África. 359.- Puede referirse tanto al producido el 6 de noviembre de 1791 como al del 8 de agosto de 1855, ambos muy traumáticos para la población.

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