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218 S alvador R os y C alaf Ni en las Visitas de los Sres. Obispos, ni en otro ningún manuscrito hemos encontrado absolutamente nada que justifique ninguna de las dos opiniones, o tradiciones , si se las quiere llamar así. La que sí nos parece insostenible es que proceda de Constantinopla, del emperador Justiniano, y que desde el siglo VI fuese venerada en Ceuta; insostenible porque en aquellos remotos siglos no se hacían pinturas ni esculturas representando a la Stma. Virgen con Jesucristo muerto en su regazo. Cuantas imágenes de la Stma. Virgen se han encontra- do, y son muchas, pertenecientes a aquella lejana época, ninguna la representa Dolorosa , sino con cetro o corona real o imperial y con el Niño Jesús, sentada o en pie, pero siempre con los atributos de divina maternidad y de la soberanía. Esta dificultad no milita contra su procedencia del Papa Eugenio IV, porque en aquel tiempo ya se representaba a la Stma. Virgen Dolorosa, pero si este fuese su origen ya no sería admisible su milagrosa aparición en el Otero. ¿Por qué no pudo ser esta imagen venerada por los cristianos de diferentes nacionalidades que vivían en Ceuta con su iglesia y sacerdotes en los siglos duodécimo y decimotercero? ¿Por qué no pudo ser traída a Ceuta por alguno de aquellos piadosos mercaderes pisanos, genoveses, marselleses o catalanes que venían a esta Plaza? ¿Por qué no podrían estos esconderla antes de ser de- finitivamente expulsados de esta Ciudad? En este punto concreto la tradición no puede ser invocada, porque Ceuta ha sido destruida y despoblada dos veces en las revueltas y guerras civiles de los mahometanos, y porque durante siglos no ha habido en Ceuta cristianos, indígenas, ni extranjeros siquiera, como no fuera algún cautivo. ¿Qué tradición puede subsistir en semejantes condiciones? Si la milagrosa aparición en el Otero es un hecho cierto, hecho del que no hemos encontrado ni rastro siquiera, en ninguno de los muchos manuscritos que hemos leído, y eso que menudean las ocasiones y motivos de aludir a él, si es un hecho cierto, nos parece más razonable opinar que la imagen de Ntra. Sra. de África fue venerada en la iglesia que los cristianos pisanos, genoveses, mar- selleses y catalanes tenían en Ceuta en los siglos duodécimo y decimotercero y escondida por ellos antes de ser expulsados de esta Plaza. Que los bizantinos y visigodos tuvieron en Ceuta una imagen de la Stma. Virgen no lo dudamos, pero que aquella fuese esta no lo admitimos, porque la misma imagen atestigua lo contrario, y menos que sea obra de S. Lucas Evangelista, porque ni siquiera es un hecho cierto fuera pintor, ni escultor: lo es que era médico. Tampoco hemos encontrado rastro alguno del milagro de que la imagen de Ntra. Sra. se saliera de la catedral y no quisiera estar en ella, y que a esto se
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