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215 Historia eclesiástica y civil de la célebre ciudad de Ceuta necieran a Portugal. Y el Papa León X, al confirmar el patronato concedido por sus predecesores, no incluye expresamente el derecho de presentación para los obispados. Sin embargo, parece cierto que desde 1514 los Reyes de Portugal se consi- deraron autorizados por la Santa Sede para presentar sujetos idóneos y dignos para las sedes episcopales de Ceuta y Tánger y demás que entonces existían en los territorios de Marruecos sujetos a los Reyes de Portugal. Este patrona- to pasa de Portugal a España cuando Felipe II heredó la Corona lusitana, y con respecto a Ceuta fue confirmado por el Concordato del Papa Benito XIV y Fernando VI en 1753 en el que la Santa Sede no se reservó beneficio alguno en esta catedral. Desde el tiempo de los Apóstoles se ha sentido la necesidad de formar, con los estudios correspondientes y una sana educación religiosa, a los que un día han de ser los ministros del altar, los predicadores de la divina palabra, la luz del mundo y la sal de la tierra. Ya S. Pablo inculcaba a sus ilustres discípulos Tito y Timoteo se dedicaran a instruir y educar de una manera especial a aque- llos que vieran ser idóneos para la dignidad y cargos del ministerio sacerdotal. Esta necesidad primordial la Iglesia la ha satisfecho de distintas maneras, según se lo han permitido los tiempos y los lugares, pero bajo una u otra forma se satisfacía en la escuela episcopal, así llamada porque estaba bajo la inme- diata dirección del obispo y la tenían la mayor parte de los obispos, quienes se valían de los eclesiásticos más allegados a su persona, tanto para dar la ense- ñanza en dicha escuela, como para el gobierno de la Diócesis y celebración de los divinos oficios. El Concilio de Trento estableció un modelo uniforme y mandó que todos los obispos fundaran un seminario montado con arreglo a la norma por él mis- mo decretada, para que los jóvenes aspirantes al sacerdocio fuesen probados , instruidos en las ciencias eclesiásticas y educados en las buenas costumbres, a fin de que con mayores probabilidades de acierto no se elevaran al sacerdocio sino aquellos que fuesen dignos de tan alta dignidad y aptos para cumplir las gravísimas obligaciones que impone. Esta diócesis nunca ha tenido seminario, ya por falta de recursos para cons- truirlo y sostenerlo, ya porque les era fácil a los jóvenes candidatos al sacer- docio seguir la carrera eclesiástica desde sus casas, ya porque al obispo le era también fácil vigilar sus costumbres morales y religiosas. Tiempo hubo en que fueron muy numerosos. La Hermandad de S. Pedro Apóstol que no admite sino ordenados in sacris contaba más de treinta hermanos, y en algunas ocasio- nes llegaron a 46, y eso que no eran admitidos los regulares, ni pertenecía a la Hermandad todo el clero catedral.

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