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151 Historia eclesiástica y civil de la célebre ciudad de Ceuta valía para realizarlos, y de que siguió valiéndose para consumar su nefanda obra: Descatolizar España y extranjerizar a los españoles. Y si no se limitaba a señalar el genio del mal, para que fuera bien y fácilmente conocido de todo el mundo, exponiendo sus principios, sus tendencias y su tác- tica ofensiva y defensiva, sino que indicaba también cómo se le debía combatir en todos terrenos los principios, las máximas, los procedimientos con que debía contrariarse su marcha, atajar su invasión, y aniquilarlo totalmente. La bestia se sintió herida de muerte y cuantos la adoraban es decir todos los amantes de peligrosas y funestas novedades; todos los impíos, así los declarados como los embozados y vergonzantes; todos los admiradores del extranjero, todos los afrancesados como los anglicanizados; todos los españoles que habían perdido, o se habían entibiado en el amor de la Religión Católica y a España; todos los españoles que de españoles no tenían más que el nacimiento, todos ellos, todos se revolvieron furiosos contra el ilustre autor del Preservativo. Los hijos, herederos y discípulos de aquellos hombres adoradores de la bes- tia, esto es, de la revolución impía, siguen denostando como sus padres y maes- tros al padre Vélez, y ese odio, aún no extinguido, prueba mejor que ningún otro argumento que el P. Vélez hizo blanco. El tiempo, por otra parte, le ha dado la razón. Aquella revolución denunciada y combatida por el P. Vélez ha triunfado en España y España dominada por la revolución no es la nación católica, po- derosa y respetada en otros siglos en todo el mundo, sino una nación bastante descreída, débil, decadente y moribunda de la que nadie hace mucho caso, de la que todas las naciones hacen astillas como del árbol derribado, porque las malas doctrinas y las obras malas han herido de muerte el espíritu nacional, cuyos ele- mentos eran el amor a la Religión católica y el amor al propio país, y a sus bue- nas tradiciones el amor a la monarquía cristiana y a las instituciones que de ellas proceden. Enfermo el espíritu nacional está enfermo también el cuerpo de la Nación, y por eso no puede llevar a cabo ni emprender, ni sostener nada grande. El Ilmo. Sr. D. Fr. Rafael de Vélez dio a luz en 1818, siendo ya obispo de Ceuta, otra obra de defensa del Altar y el Trono, obra que no causó menos profundo disgusto en el campo revolucionario, y no menos profunda alegría en el campo tradicionalista. Los amantes de las grandes tradiciones patrias, es decir, de la Religión católica, de la monarquía, y de la libertad política encarna- da en la legislación foral y descentralizadora leyeron con avidez y regocijo la Apología del Altar y del Trono ; leyeronla también con avidez pero con disgusto los amantes de la revolución enemiga del Altar y del Trono católico. Estos la impugnaban, aquellos la defendían, y con los ataques y defensa de amigos y enemigos el nombre del Ilmo. Sr. Vélez adquirió una grande y gloriosa celebri- dad en España.

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