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147 Historia eclesiástica y civil de la célebre ciudad de Ceuta comandante general Sr. Salcedo, que también publicaba sus bandos en apoyo de sus pretensiones, y aún en el desagrado de S.M. el Rey y sus ministros, ce- losísimos todos ellos de las regalías de la Corona, más de lo que algunas veces permitía la justicia sanamente entendida y practicada. De orden de S.M. Carlos III se comunicó al Sr. Obispo y Cabildo con fecha del Pardo a 18 de marzo de 1779 el acuerdo recaído sobre los nueve puntos controvertidos, fallando casi todos contra el Sr. Obispo. La presidencia se adju- dicaba al comandante general como representante del Real Patronato, pero sin autoridad para disponer, de modo que la presidencia, aunque verdadera, era de honor, no de jurisdicción; las ermitas del Valle y San Antonio, con sus casas contiguas, no eran de Real Patronato, pero al comandante general correspondía nombrar los capellanes, sacristanes y demás personal necesario para el servicio de las mismas, y en las cosas referentes al culto debían obedecer al diocesano; igualmente correspondía al comandante general hacer las reparaciones necesa- rias así en las ermitas como en sus casas contiguas. El Ilmo. Sr. Solano en sus cartas del 15 y 27 de abril de 1779 se da aires de vencedor, fue victorioso en algunas cosas, pero en las más salió derrotado, y así era de esperar atendido el regalismo entonces tan exagerado y triunfante, y no fue poca fortuna la del Sr. Obispo el haber logrado se le diera la razón en algunos de los puntos discutidos. El Ilmo. Sr. D. Fr. Domingo de Benaocaz, religioso franciscano capuchino fue consagrado en Madrid en la Iglesia de S. Antonio del Prado por el inquisidor General, siendo asistentes los ilustrísimos señores obispos de Jaca y auxiliar de Madrid, y padrino el duque de Medinaceli, el 20 de marzo de 1786. Se hizo me- morable por su larga y edificante residencia en esta Sede Episcopal, donde mu- rió el 12 de diciembre de 1811, de modo que la residió por espacio de 25 años, 8 meses y 23 días, incluyendo el de su consagración y el de su fallecimiento. Hace mucho tiempo que estos ejemplos son muy raros a causa del adoptado sistema de traslaciones, casi desconocidos en los primeros siglos de la Iglesia, sobre todo donde abundaban los obispos sabios y santos. En 35 años se reco- rren ahora cuatro, cinco y a veces seis Sedes episcopales principiando por algu- na de las más brillantes según el mundo. Difícil es que las ventajas anejas a este trasiego de obispos superen a los inconvenientes al mismo vinculados. Ni los obispos se aficionan a sus Iglesias ni las Iglesias a sus obispos. Todos se miran y son mirados como transeúntes , no llegan a conocerse bien por falta de tiempo; con este sistema hay Diócesis que siempre están gobernadas por obispos novicios y otras por obispos ya viejos y achacosos que no pueden visitar por sí mismos su Obispado, y son muchos los pueblos que en setenta años no ven un obispo:
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