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146 S alvador R os y C alaf Por desgracia el mal era ya muy antiguo. El Ilmo. Sr. D. Antonio Aguiar en 1619, a la vez que mandó que los divinos oficios se celebrasen con arreglo al Breviario, Misal y Pontifical romano y Ceremonial de Obispos, reprendía con tono vivo y vigoroso la ninguna piedad, devoción y compostura del Clero catedral en el rezo, misa, procesiones, entierros y demás actos del culto pú- blico, y prohibió, no indica por qué motivo, a los eclesiásticos pasar la noche extramuros sin especial permiso del obispo o de su provisor. No obstante las respectivas providencias de los señores obispos para extirpar tamaños males no lograron tan santo propósito, como se verá más adelante. El Ilmo. Sr. D. José de la Cuesta y Velarde se hizo notable por su piedad, por su especial devoción al Santo Rosario, predicación de la divina palabra, admi- nistración de los sacramentos, en particular de la de la penitencia y confirma- ción a los enfermos. Se dice que trasladado al Obispado de Sigüenza, a poco de haber tomado posesión y residir en su nueva Sede, murió de repente, y que sus familiares lo encontraron muerto y arrodillado en el sitio donde solía orar, por lo cual se cree que falleció estando en oración. Su sucesor, el Ilmo. Sr. Antonio Gómez de la Torre sobresalió en las obras de misericordia, particularmente en la caridad con que socorría a los pobres, sobre todo a los vergonzantes, que son los que más sufren y necesitan ser fa- vorecidos. El Ilmo. Sr. D. Antonio Felipe Solano ofrece una particularidad única , pues no se sabe que a ninguno de sus predecesores ni sucesores le haya sucedi- do otro tanto: su desacuerdo con la suprema autoridad militar de esta Plaza. Grave fue la desavenencia, pues en ella tomó parte todo el clero secular y regu- lar, S.M. el Rey y el Excmo. Sr. Nuncio. Nueve eran los puntos controvertidos: 1º El lugar que le correspondía al Excmo. Sr. Comandante general de esta Plaza en los divinos oficios y procesio- nes; 2º Si las ermitas del Valle y San Antonio y sus casas contiguas eran o no de Real Patronato; 3º A quién correspondía el derecho de nombrar el personal necesario para su servicio; 4º A qué autoridad debía obedecer. Estos eran los cuatro puntos más importantes, y los que constituían el fondo del desacuerdo. Los demás versaban sobre materias secundarias y transitorias. Parece que la actitud de los regulares era más bien adversa que favorable al Sr. Obispo, pues se resistieron a someterse al edicto que promulgó con motivo de la controversia en términos que S. Sría. Ilma., se quejó a la Nunciatura, y el nuncio de S. Santidad mandó a los regulares cumplieran el edicto en todas sus partes. Pero no está bien claro si la actitud de los regulares se fundaba en apreciaciones de doctrina, o en el temor de incurrir en desgracia del entonces

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