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13 Historia eclesiástica y civil de la célebre ciudad de Ceuta de los Caballeros de Guatemala –Antigua Guatemala– el 21 de junio de 1869 como lo explica el padre Mariano Ibáñez en el perfil biográfico del P. Cayetano de Igualada que abre el volumen de la Historia de la restauración 28 . En Antigua Guatemala inició el noviciado el 11 de julio de 1869 tomando el hábito capuchino, y profesando temporalmente el 13 de julio de 1870. El 20 de agosto de ese mismo año comenzó los estudios de filosofía. Todo iba bien hasta que en junio de 1872 fueron expulsados tanto los capuchinos de Guatemala como los de El Salvador, fruto de la fiebre liberal y anticlerical que afectaba a la región. En el grupo de los quince expulsados de Guatemala es- taban fray Cayetano de Igualada, fray José de Calasanz de Llevaneras y su hermano Joaquín de Llevaneras, que llegaría a ser Comisario Apostólico de la orden capuchina en España. La revolución del 28 de junio de 1871 llevó al exilio al Presidente de la República de Guatemala, Vicente Cerna, mientras que su sucesor, el militar anticlerical Miguel García Granados comenzó su gobierno con el destierro de las autoridades eclesiásticas y la expulsión de las órdenes religiosas: Los revolucionarios, más que un programa político, tenían uno antirre- ligioso muy acentuado. A los pocos días de haber triunfado la revolución circularon una multitud de impresos contra la Religión, contra el Clero se- cular y regular, y hasta contra las monjas. Su lenguaje era cada día más amenazador, y los nuevos gobernantes hacían alarde de sus propósitos anti- rreligiosos. De esto se origina en Guatemala una guerra civil que no fue de larga duración; pero que puso al Gobierno revolucionario en muy grave peli- gro. Acudieron los Poderes constituidos al Sr. Arzobispo para que publicara una pastoral exhortando al pueblo a la paz, y que depusieran las armas los sublevados. El Sr. Arzobispo se negó a ello, diciendo que apagara la guerra el que la había encendido, dando con esto bien claramente a entender que los causantes de la guerra eran los mismos gobernantes, y que si ellos desistían de perseguir a la Religión, la guerra se acabaría por sí misma. El hecho es que la guerra se acabó de un modo u otro, y que una vez terminada, la persecución religiosa tomó grandes proporciones. Fueron des- terrados desde luego el Sr. Arzobispo, y el Sr. Obispo Dn. Mariano Ortiz: lo que ofrecía más graves inconvenientes era la expulsión de los Capuchinos . 28.- Agradecemos al padre José Ángel Echeverría su colaboración desde el Archivo General de los Capuchinos de Pamplona y al P. Lasa por facilitarnos la obra, editada en una tirada casi familiar. En esta ocasión no hemos podido contar con la ayuda ni del padre Mariano Ibáñez ni del padre Alberto de Galaroza, ya desaparecidos, y que tanto nos ayudaron en pasadas investigaciones, en especial, sobre las misiones del beato fray Diego José de Cádiz en Ceuta. Sean estas líneas muestra de nuestro recuerdo y sincero reconocimiento.
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