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110 S alvador R os y C alaf Medina yAndrés Cosquerino recorrieran las playas del valle de Tetuán, y sondea- ran la embocadura del Guadaljamara o Río Martín, como se llama vulgarmente. A pesar de la oposición de los mauritanos el sondaje se llevó a cabo con es- crupulosa exactitud y fidelidad, y se designó el sitio llamado las Salinas como el lugar más apto y en mejores condiciones para construir un fuerte que domi- nara la embocadura del río, e impidiera el paso a las naves mauritanas dedica- das a la piratería. Este proyecto tan útil para enfrenar a los piratas de que Tetuán había vuelto a ser poderoso foco, no llegó a realizarse por no disponer Portugal de fuerzas suficientes para proteger la ejecución de las obras durante el tiempo que reque- ría, pero la tentativa de los portugueses ejerció una saludable influencia en el ánimo de los piratas, de suerte que las agresiones fueron menos frecuentes y vigorosa: algo se logró. Las gloriosas victorias con que Carlos I de España y V de Alemania se ilus- tró en junio y julio del año 1535, quitándole a Barbarroja (alias Haradin) Túnez, Argel, la Goleta y otras muchas plazas fueron causa ocasional de que Ceuta corriera gravísimos peligros. Abatido y humillado Barbarroja por las fuerzas acaudilladas por el mismo Carlos en persona; pero inquieto siempre y deseoso de rehacer su pujanza, se refugió en Constantinopla y propuso al Emperador la conquista de Ceuta. No le fue difícil persuadirle de la empresa, porque la conquista del mundo cristiano era entonces el sueño dorado de Turquía. Preparó pues sus flotas para realizar la proyectada expedición contra esta Plaza, cuya conquista había de ser el punto de partida de otras muchas enca- minadas a invadir el territorio español y quitar a Portugal las Plazas que tenía en Marruecos. El gobernador de Ceuta era entonces el marqués de Villarreal. Afortunadamente España y Portugal, sabedores de esos proyectos, se aliaron contra el común enemigo, y las fuerzas navales de ambas naciones, mandando las españolas D. Álvaro de Bazán y las portuguesas D. Juan de Castro, vinieron a las aguas del Estrecho a esperar las flotas mahometanas. El esperado com- bate naval no tuvo lugar porque Barbarroja no se avistó con los Almirantes cristianos por haber retrocedido antes de llegar a estas aguas, pero se ignora si el retroceder fue debido a contra orden que recibiera de Constantinopla, o a disensiones que surgieran entre los jefes de la escuadra turca. En el año 1568 los azares de la guerra dieron ocasión a que una mujer se ilustrara con proezas militares y legara a la historia un nombre inmortal. El go- bernador de Ceuta, marqués de Villarreal, auxiliado por las fuerzas españolas de Gibraltar, atacó a los mauritanos por mar y por tierra. Excesivamente con- fiado cometió la imprudencia de dejar esta Plaza casi del todo desguarnecida.

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