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107 Historia eclesiástica y civil de la célebre ciudad de Ceuta regido por el tratado del año 1463. A su sombra no habría habido necesidad de apelar a la fuerza de las armas, y los portugueses habrían podido engrandecer y multiplicar sus Plazas sin internarse mucho, pero dotándolas de territorios suficientes para que tuvieran vida propia e independiente. El conde de Alcoutín se vio precisado a repeler una terrible agresión no ya de los moros fronterizos sino del mismo Rey de Fez. Dos hermanos suyos se pusieron en camino con más de 10.000 hombres, casi todos montados, para combatir esta Plaza. Salióles al encuentro el primero de octubre del año 1514, y logró rechazarlos gloriosamente, pero con mucho trabajo y bastantes pérdi- das. La expedición enemiga no creyéndose bastante fuerte para consumar su primer designio se dirigió hacia Arcila, y combatida ventajosamente quitó a los portugueses más de 700 cabezas de ganado. Los sucesos referidos que tanto enaltecen al conde de Alcoutín se deslucie- ron tres años después, precisamente en una ocasión en que podía ilustrarse con laureles inmortales. En junio del año 1517 el Rey de Portugal armó una flota de más de 60 naves cuyo mando fue confiado a D. Diego López de Sequeira, y de- bía ser reforzada con fuerzas de Arcila y de Tánger. El objeto de esta expedición era apoderarse de Targa, distante unas diez leguas de Ceuta hacia occidente, o más bien hacia el sudoeste. El gobernador de esta Plaza conde de Alcoutín recibió orden de cooperar con todas sus fuerzas al buen éxito de la empresa; pero resentido de que no se le hubiese confiado el mando supremo de las fuerzas expedicionarias, como a su juicio debía haberse hecho por estar en mejores condiciones que Sequeira para llevar a feliz término la expedición militar contra Targa, no cooperó a la empresa sino flojamente y de muy mala gana, y Sequeira por su parte, vién- dose mal apoyado o sospechando el disgusto de Alcoutín, tampoco se decidió a hacer cuanto podía y le estaba ordenado por su Rey, y la expedición militar fracasó por completo. Esas emulaciones y rivalidades no son muy raras, y muchas veces han sido causa de grandes contratiempos militares desde los tiempos más antiguos has- ta los más modernos. ¡Miserias humanas! ¡Las pasiones de los hombres son siempre las mismas y siempre y en todas partes producen pésimos efectos! Por eso nos manda Dios que las repensemos y sometamos al dominio de la razón.

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