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97 6. SOBRE LA DESCRIPCIÓN DEL COCAMA POR PARTE DEL AGUSTINO P. ESPINOSA Y EL DEBATE ACTUAL SOBRE SU TIPOLOGÍA En nuestra opinión, no es erróneo que se pueda llegar a una tipología mixta para una lengua. Lo erróneo es que se llegue a una tipología negativa de una len- gua: son las denominadas lenguas aisladas . Cualquier glotonimia emplea este ins- trumento taxonómico para muchas lenguas por el hecho de que la tipología de macrocategorías no ha podido o no ha querido explicar que la conjugación de tipos puede darse en cualquier lengua. De hecho, no parece haber nada menos aislado, según hemos visto, que el cocama, puesto que gran parte de su extrañeza parece deberse a la superposición de gramáticas en distintos niveles, a su propia deriva histórica así como a contactos prolongados con gran número de lenguas no emparentadas, lo cual, además, pudo ser, precisamente, su origen. Por tanto, es perfectamente esperable una evolución del tipo siguiente para la lengua cocama: (1)PIDGIN: [Superestrato: língua geral amazónica/Sustratos: des- conocido(s), arahuaco, tano, quechua, español, otras len- guas] > (3)CRIOLLO: [1ª generación de hablantes] > (3)LENGUA ESTABLECIDA: [segunda y sucesivas genera- ciones de hablantes; deriva propia]. El cocama se encontraría en la última fase de este esquema: ya habría alcanzado el grado de lengua mixta como lengua materna y, al mismo tiempo, su evolución y deriva interna ya la habrían alejado bastante de la situación de pidginización de la primera generación de hablantes (Hazäel-Massieux 2005, p. 11). Desde una tipología prototípica, lo específico de una lengua mixta ha de ser su carácter compensadamente anómalo. Cuando se habla de tipos, hablamos, en rea- lidad, de predominios. De hecho, una lengua mixta debe resultar del efecto acu- mulativo de diversos mecanismos de contacto, como la reorientación léxica, la replicación selectiva, la convergencia y la fusión categorial, como explica Matras (2000, pp. 79-99). Todo ello es compatible con el cocama. Además, es perfecta- mente posible hallar antitipos , o sea, situaciones en donde una lengua comparta algunos rasgos de cada uno de los tipos y, además comparta rasgos de un idioma criollo y, por todo ello, no podamos adscribirla con seguridad a ningún grupo conocido. No hay por qué esperar que un tipo (conjunto de rasgos determina- dos por los tipólogos), sea predominante respecto a los demás, a no ser que pri- memos un componente de la gramática por encima de los otros (por ejemplo, la morfología frente a la sintaxis o alguno de estos frente al léxico o al contrario), que es lo que habitualmente se hace al describir lenguas foráneas (López García, 1998, pp. 142-44; 2014). No obstante, si postulamos la autosuficiencia de toda gramática para ser (re) creada y empleada estratégicamente por sus hablantes, deberíamos admitir, por ejemplo, que las lenguas mixtas son, simplemente, una posibilidad más de entre los tipos de lenguas, dado el inevitable carácter gradual de lo que se percibe, lo cual ya debió ser una conclusión inevitable desde las primeras propuestas tipológicas. Lo anterior tiene su correlato psicológico. Según afirma López García (2014, p. 11) existe una notable resistencia psicológica a considerar la posibilidad de fragmenta- ción de la lengua propia porque las lenguas se conciben como «estados alcanza- dos». En el caso de lenguas como el cocama los estudiosos solo están dispuestos

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