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66 ANTONIO BUENO GARCÍA che conducono l’anima alla perfetta unione con Dio e impresa en Roma en la tipogra- fía de Francesco Corbelletti, contiene el texto poético de la Noche, del Cántico y de la Llama , que preceden sus respectivas Declaraciones . La traducción italiana se acompaña también de la versión castellana de las poesías: los textos se distribu- yen paralelamente en dos páginas, a la izquierda el texto en castellano y a la dere- cha el texto en italiano, excepto en la Llama , donde no se presenta siguiendo un esquema paralelo sino secuencial 7 . En otro orden de cosas, Juan Antonio Pellicer y Saforcada en su obra Ensayo de una biblioteca de traductores españoles donde se da noticia de las traducciones que hay en castellano de la Sagrada Escritura , de 1778, da cuenta también de la labor de algunos traductores carmelitas enfrascados en otros cometidos humanistas, como fray Gerónimo Gómez de Huerta o Jerónimo Gómez de la Huerta (¿1573-1643?), carmelita descalzo del convento de San Hermenegildo, traductor de los prime- ros libros de la Historia natural de Cayo Plinio Segundo 8 . Al otro lado del Atlántico merece la pena citar a fray Antonio Jesús María, carmelita descalzo del convento de la Puebla de los Ángeles en el siglo XVII, que fue el autor de Boecio de Consola- ción, traducido del latín al castellano , dedicado a Mariana de Austria, reina madre de Carlos II. Consta la obra según Pellicer del texto latino y de la traducción cas- tellana en dos columnas. En la provincia carmelitana de Aragón, Manuel de Santo Tomás de Aquino (1751-1817), es uno de los que aparecen referidos en la Bibliografía de autores espa- ñoles del siglo XVIII 9 , Volumen 5, con su obra Vida y muerte del Hombre Justo. Pro- puesta en los Exemplos de San Josef, Esposo de María Santísima, sacada del Evangelio según la interpretación de los Santos Padres. Escrita en Francés por el sabio y Piadoso sacerdote Josef Fierad. Traducida al italiano, y últimamente al castellano con algunas Notas, Reflexiones y un Sermón, por el R. P. Fr. Manuel de santo Tomás de Aquino, Pamplona, Benito Cosculluela, 1789 ; también tradujo la Política de Soción ateniense, que quedó inédita. En el siglo XX podemos citar al ya nombrado Tito Brandsma 10 (1881-1942) y a Edith Stein 11 (1891-1942), víctimas ambos del campo de concentración. Si el primero realizó la traducción al holandés del Libro de su Vida de santa Teresa, la segunda 7 Barbara Cattenaro, «Las primeras traducciones italianas de las poesías de San Juan de la Cruz», Compostella Aurea. Actas del VIII Congreso de la AISO, 2011, pp. 205-216. 8 Madrid, libros VII y VIII en 1599, reimpresos en Alcalá en 1602; enMadrid y 1603 el IX; 1624 el primer tomo y en 1629 el segundo y último. V. Juan Antonio Pellicer y Saforcada. Ensayo de una biblioteca de traductores españoles donde se da noticia de las traduc- ciones que hay en castellano de la Sagrada Escritura , Santos Padres, filosofos, historiadores, medicos, oradores, poetas, así griegos como latinos, y de otros autores que han florecido antes de la invención de la imprenta; preceden varias noticias literarias, Madrid, Antonio De Sancha, 1778. Aquí pp. 81-85. 9 Francisco Aguilar Piñal, Bibliografía de autores españoles del siglo XVIII, Volumen 5, CSIC, 1898, pp. 378-379. 10 Brandsma murió en el campo de concentración de Dachau en el verano de 1942. Nacido en una familiar Frisia, ingresó en el Carmelo tras una larga conversación con un familiar que pertenecía a la orden. Fue profesor de la Universidad católica de Nimega, donde fue nombrado rector. En 1941, se negó a expulsar a los niños judíos de las escuelas carmelitas, que había ayu- dado a crear. El 19 de enero del año siguiente era detenido por sus constantes desplantes hacia las autoridades de la ocupación. Había conseguido que los periódicos católicos holandeses no incluyeran su propaganda y había colaborado en la redacción de una carta colectiva del episcopado local contra el antisemitismo nazi donde se remarcaba la incompatibilidad entre el neopa- ganismo nacionalsocialista y el catolicismo. 11 Stein fue creyente en la infancia y atea en la juventud; acérrima feminista en su época estudiantil, se vio envuelta en una cri- sis existencial, que superó con la filosofía cristiana y su conversión al catolicismo. Al poco de convertirse al catolicismo, aban- donó su actividad científica e ingresó en un convento de Colonia de carmelitas descalzas el 14 de octubre de 1933, a la edad de 42 años. Para su vida religiosa elegirá el nombre de Teresa Benedicta de la Cruz. Concibió la vida cristiana como relación per- sonal entre Dios y el hombre. Luchó por la promoción de la mujer en la Iglesia. Sufrió prisión y muerte en un campo de con- centración. Había pedido al Papa que publicase una encíclica en favor del pueblo judío, y el Concilio Vaticano II proclamará solemnemente aquello que ella vivió y defendió. El pueblo judío dejará de ser considerado el pueblo que mató a Jesucristo, para ser considerado el hermano mayor en la fe.
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