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57 3. Religiosos españoles en los colegios de misión de las Indias Orientales: 1545-1614 P. Paulo Calmete, que había venido ayudando a su primer Maestro Diego de Bor- bona (Guzmán, p. 80). Años más tarde se fundarían otros. En la misma provincia del Norte, a prin- cipios del siglo XVII, concretamente en 1606, existían colegios en las ciudades de Salsete, Bazaín, Taná, Damán, Dío. Los estudios que en ellos se realizaban evoca- ban la influencia de los colegios universitarios que integraban la universidad pari- sina de la Sorbona, en uno de los cuales (el de Santa Bárbara) se había formado el Padre Maestro Francisco Javier. Si consideramos que estos colegios abiertos por los jesuitas en la India respondían al objetivo de formar los religiosos que llegaban sin la formación teológica y filosófica adecuadas, no nos ha de extrañar la seme- janza de su plan de estudios, si bien se encontraban condicionados por las posibi- lidades de los misioneros que allí llegaban. Suarez de Figueroa señala que en cual- quiera de ellos «se enseñaban las facultades de que la tierra es capáz» ( Ibidem , p. 22), y puntualiza que en el de San Pablo de Goa se lee 24 «Latín, Artes y Teolo- gía, y Casos de Conciencia», en el de Bazaín «Casos de Conciencia y Latín», en el de Dío «Latín» ( Ibidem ). 3.5. Aportaciones de los jesuitas a la mejora de la práctica misionera El padre Charles E. O’Neill, jesuita, y el P. Joaquim M.ª Domínguez, también jesuita, nos transmiten información sobre las misiones de los padres de la Com- pañía en el lejano Oriente. Los datos que nos facilitan son de temática diversa, haciendo referencia a legaciones políticas, misiones vivas, educación e investiga- ción, y «ministerios espirituales» cumplidos, centrándose básicamente en la pro- vincia filipina de la Compañía de Jesús, en el siglo XVII y proyectándose en la pri- mera mitad del XVIII. Por lo que se refiere a «legaciones políticas», es obligado recordar la protago- nizada por el padre Antonio Sánchez. Recordemos que Felipe II había dividido las islas Filipinas en zonas misionales exclusivas para las distintas órdenes religio- sas, y que el padre Antonio Sedeño (S. J.) había obtenido las Islas Visayas en la parte central de Filipinas. (O’Neill y Domínguez, 2001, p. 1423). La primera misión jesuita a Filipinas tiene lugar el año 1581, cuando los sacerdotes Antonio Sedeño (1535-1595), Alonso Sánchez (1545-1593), el escolar Gaspar Suarez de Toledo (1554- 1581) 25 y el H. Nicolás Gallardo, son enviados desde Nueva España a Filipinas. De los cuatro sólo llegaron tres, por la muerte del escolar Gaspar Suarez durante la travesía del Pacífico. La llegada tuvo lugar el 17 de septiembre de 1581 ( Ibidem . 2001. 1422), siendo acogidos, en un principio, por los franciscanos hasta que ellos tuvieron casa propia (de bambú y nipa) en la periferia de la ciudad. Habiendo con- vocado el primer obispo de Manila, el dominico fray Domingo de Salazar, el pri- mer sínodo con el objetivo de «solucionar la seria crisis que siguió a la conquista española de las islas» ( Ibidem ), el padre Alonso Sánchez, cuando aún no había 24 Resaltamos la palabra en cursiva para significar que la metodología seguida es fiel a la que se seguía en los colegios univer- sitarios de Europa. 25 Gaspar Suárez de Toledo era hermano del famoso «teólogo, filósofo y jurisconsulto» Francisco Suarez 1548-1617, religioso muy significativo en la Compañía de Jesús, por sus numerosas obras en el campo del Derecho. El Papa Paulo V se refirió a él, en un Breve como Doctor eximio y piadoso (Espasa-Calpe. 1957. Vol. VII. p. 326).

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