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53 3. Religiosos españoles en los colegios de misión de las Indias Orientales: 1545-1614 desde Portugal. Ahora bien, la vía por el Oriente más directa era la que atravesando el Mediterráneo cruzaba el Asia Menor para llegar a la India. Esta vía seguida en la época del imperio romano se hizo peligrosa con la extensión del Islam. Oiga- mos lo que nos dice el padre Horacio Turselino en su crónica de «la entrada de la christiandad» en el Japón y China y en otras partes de las Indias Orientales: «Quando estaba en pie el Romano Imperio, y florecía en Asia la christiana religión, dos caminos muy trillados había para la India, que es una parte y región de Asia: el uno era por la Asiria, y por los ríos Eúfrates, y Tigris, y por la ensenada de Persia: el otro por Egipto, y por el seno de Arabia y mar Eri- tieo, pero después que los Moros sujetaron por armas estas regiones, y ellas se astragaron con vana superstición, no pueden ir seguros los Christianos de Europa a la India por este camino atravesando por tierras de sus enemi- gos» (Turselino 1603, fol. 40). Ahora bien, ante los problemas que las vías de acceso al Oriente, seguidas en los tiempos de los romanos, se habían vuelto peligrosas para los cristianos — como señala el P. Turselino en su crónica—, no es de extrañar que los portugue- ses buscaran otras. No podemos olvidar el interés por explorar la costa occidental de África que al menos desde el siglo XIII habían mostrado los portugueses. En la historia del Portugal bajomedieval destacan figuras como el Príncipe de Portugal Don Henrique, hijo del Rey D. Juan I, «que era muy docto en las Mathemáticas, y en la Cosmographía y de no menor valor y ánimo, que de grande y excelente inge- nio» (Turselino, fol. 40). El interés que movía al rey portugués no era otro que un interés comercial. En palabras del cronista: «querer que su armada tuviese contra- tación, y amistad con el rey de Etiopía, que vulgarmente llaman el Preste Juan, el qual entendía tenía su Reyno en la última parte de África, no lejos del seno de Ara- bia.» (Turselino, fol. 40). Al parecer el rey portugués tuvo éxito en esta práctica, lo cual justifica y explica lo que afirma el cronista, a saber: «los siguientes reyes de Portugal don Alonso el Quinto, don Juan el Segundo, y don Manuel el I, poco a poco fueron descubriendo el camino de la India acercándose a ella» ( Ibidem ). Es evidente, y así lo resalta la crónica, que en este «felicísimo suceso» impulsado por los reyes de Portugal, tuvieron parte importante «el valor y el esfuerzo de sus portugueses, los quales se hicieron señores de muchas islas, que están por las costas de África, y de muchos lugares fuertes que están en la misma tierra firme, adonde ahora tienen sus presidios, y soldados de guarnición.» ( Ibidem ). El descubrimiento de nuevas rutas no solo benefició el comercio y la exten- sión de los dominios de los portugueses, españoles y otros europeos, sino tam- bién el avance de las ciencias. Las mismas crónicas hacen referencia a ello: «Des- cubríanse también en el cielo, cuando estaba sereno, nuevas estrellas, y en el mar terribles monstruos de pezes [sic] nunca vistos.» ( Ibidem , fol. 41). La vía oriental para llegar al Japón fue seguida por los primeros misioneros jesui- tas. Recordemos los jesuitas que llegaron a petición del Padre Maestro Francisco Javier, a Goa acompañando al nuevo gobernador Juan de Veyra. Con él llegaron los padres Antonio Criminal, Enrique Enríquez, y Alonso Cipryano; después lle- garían otros. Muchos de ellos se enfrentarán, en la segunda década del siglo XVII,
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