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32 MIGUEL ÁNGEL VEGA CERNUDA representación antropológica, histórica, lingüística, etnográfica, literaria, etc., del pueblo indígena de la zona del Marañón al estilo de la Historia de las cosas de Nueva España de Bernardino de Sahagún, sino más una relación de cuño «mediático», que, sin embargo, creó imagen universal de unos pueblos hasta entonces ignorados. La imagen de la misión evangelizadora al día de hoy está pasando por una fase de descrédito evidente. Primero, las recién constituidas repúblicas poscolonia- les; más tarde, los siringueros y demás expoliadores del medio tropical y, última- mente, los modernos antropólogos vieron y ven en la misión una competencia o un estorbo. Sobre ella cae incluso «fuego amigo». El concilio, cuyas aplicaciones misioneras se fijaron en la conferencia de Medellín, puso en entredicho la misión tradicional. Andanadas le llueven especialmente desde la llamada «teología de la liberación», que en ocasiones poco tiene de teología. Un destacado represen- tante de la «liberación», el obispo catalán en Brasil Pedro Casaldáliga, poeta de coyuntura, con ocasión de la publicación de las cartas del obispo Valdivieso, habla de la «evangelización que muchas veces dejó de serlo» (En José Álvarez Lobo, 1992, p. 10). No cabe la menor duda de ello, pero, utilizando un fraseologismo un tanto impostado por los medios, cabe afirmar que no se puede hacer categoría de una anécdota. Si estos capuchinos franceses pusieron la evangelización al servi- cio de la expansión colonial francesas o, a la inversa, utilizaron esta para evange- lizar es una cuestión que hay que juzgar con la benevolencia que exige una cons- ciente perspectiva histórica, uno de cuyos postulados supone, con mucho acierto, que el paso del tiempo representa el progreso de la conciencia, conciencia que se va desarrollando y adquiriendo de manera costosa y paulatina. La que pudieron tener estos dos misioneros del XVII no puede juzgarse exclusivamente desde la perspectiva de una conciencia postcolonial, democrática y, mayormente, marxista. ¿Acaso se juzgan las pirámides o el templo de Angkor desde el punto de vista de la masacre social que supusieron? Huelga decir que la misión capuchina establecida en esta zona amazónica a impulsos de la colonización francesa, pervivió, una vez terminada esta, 32 en manos de otros capuchinos, sobre todo italianos, hasta 1889. Ellos ejercieron una labor que fue ganando para la globalidad culturas y seres humanos que de otra manera habrían quedado perdidos en la selva del desconocimiento. Esta misión produjo a lo largo de los siglos una docena de interesantísimos textos de historia, sociología y sobre todo lingüística que es necesario que alcance el primer plano de la difu- sión pública. El Catecismo de Bernardo de Nantes (Lisboa, 1876), la Histoire veri- table del compañero de ambos Arsenio de París (161 5) o La Compendiosa Noticia de Colombino de Nantes (Genova, 1906) son solo títulos testigo de esta enorme actividad literaria de los misioneros, de la que aquí solo se han propuesto unos ejemplos paradigmáticos. Nembro (1958, 53) sentenciaba acerca de la actuación y obra de estos capuchi- nos franceses en Brasil: L´opera dei religiosi, improntata a una moderna concepzione del problema mis- sionario, fu netevole non solo agli effetti della propagazione della fede, ma anche 32 El asedio portugués al fuerte de san Luis de Marañón hizo que los franceses renunciaran a su intento de proseguir su pre- sencia equinoccial en 1616.

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