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28 MIGUEL ÁNGEL VEGA CERNUDA recoge un sinnúmero de reales propios de la isla en esta lengua que han ser- vido posteriormente de registro lexicográfico. 2 Su relación no parece responder, como en el caso de Sahagún o Acosta, a informaciones de primera mano por parte de los indígenas y que él hubiera puesto por escrito previa adaptación al destinatario (lengua/ cultura/lector), aunque necesariamente han tenido que mediar alguna tarea de mediación por parte de los aborígenes, ya que es imposible que en el escaso tiempo de su estancia, el capuchino francés haya sido capaz de reunir tal acopio de conoci- mientos. Hay que tener en cuenta que durante el viaje de regreso a Francia y durante su estancia parisina hasta su muerte en 1616 pudo seguir tratando con los sobrevivientes del grupo de tupinambás que la expedición llevó a París. Se puede pues suponer que hubo una labor de información que funcionaría como «oralidad de partida» que el fraile «traduciría», es decir, convertiría en texto terminal. Este déficit aparente no es óbice para que consideremos el texto como un ejemplo más, minorado por supuesto, del tipo antonomásico de «traducción misionera»: la que hemos denominado TSOT (texto sin ori- ginal textualizado), ya que, en él, d´Abbeville da imagen y voz comunicativa a un pueblo ante una sociedad terminal que actúa de destinataria, de aquella otra orilla que iba implícita en el término traducere. 3 La ausencia de contenidos lingüísticos en el texto, si bien el capuchino ha enriquecido su relación con un material terminológico que ha sido objeto de estudio. En efecto, d´Abbeville aporta una especie de léxico de ciencia natu- ral referido a los reales propios de las tierras brasileñas. Es fácil suponer que el capuchino haya pretendido aprender el idioma tupí, del que ya existían varios manuales con base castellana y portuguesa (Anchieta y Montoya), aunque el escaso tiempo que permanece enMarañón, no se lo permitiera. Y cierto es que su correligionario d´Évreux, quien permaneció dos años en el NuevoMundo, se hacía interpretar en sus entrevistas con los principales indígenas. La colo- nia francesa pretendió hacer franceses de los indígenas y en esto los capuchi- nos, buenos franceses, siguieron la autoconciencia nacional. Y no es menos cierto que los indígenas que llegaron a París, seis (de los que pronto fallecie- ron tres), hablarían francés. Es este un dato que, en caso de poderse ampliar, haría referencia a la diferencia de los dos modelos de evangelización, el his- pano y el francés. Mientras este no mostró mayor atención a las lenguas indí- genas, el hispano (o ibérico) desde el primer momento intentó comunicarse, al menos, en las «lenguas generales». En todo caso, aunque nuestro misionero no se hubiera podido comunicar per- fectamente con el entorno indígena, este factor ha podido potenciar su curiosidad antropológica que ha hecho de su exposición del pueblo tupinambá un amplio cuadro de su civilización y cultura. Por otra parte, como buen misionero, d´Ab- beville se muestra movido, además de por un impulso misionero ( Il faut que pre- mierement l´evangile soit preschee en toutes nations ), por un sentimiento de caridad y filantropía ( pauure peuple de Maragnan, pauures enfans de la mer, ces pauures exi- lez son expresiones con las que se refiere a los indígenas) y manifiesta una gran empatía con el aborigen, al que hace víctima de sus enemigos, los portugueses mayormente: Lesquels voulant fuir de la cruauté&tyrannie de leurs ennemis ont esté

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