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26 MIGUEL ÁNGEL VEGA CERNUDA 1.4.1. Claude de Abeville y su Histoire de la Mission El capuchino Claude d´Abbeville, en el siglo Firmin Foullon 26 , guardián que había sido del convento de Abbeville desde 1606, se incorpora en 1612, junto a su hermano de hábito Yves d´Evreux y otros dos correligionarios y a petición de la Regente —a la sazón María de Médicis, madre de Luis XIII—, a la expedición colonizadora al mando del aventurero Sieur de la Touche y del almirante Razilly 27 . «Empotrado» pues como misionero en las naves de conquista dirigidas por estos aventureros franceses parte con destino a la llamada isla de Marañón desde Can- cale, puerto próximo a Saint-Malo. Tras una singladura accidentada que se pro- longa durante cinco meses, desembarca en agosto de 1612 en la «isla» de Mara- ñón, ocupada por tribus de la etnia tupinambá. Allí permanecería hasta diciembre del mismo año, es decir, cuatro meses, en los que se dedica a recorrer las aldeas indígenas de la isla, 27 en total, a las que evangeliza a través de intérprete. Des- pués regresa a la corte parisina, acompañando a los caudillos de la expedición 28 , para informar de los problemas surgidos y orientar las nuevas actuaciones colo- niales. En Brasil dejaba a sus hermanos de hábito que se verían reforzados por un envío de diez nuevos capuchinos que ejercieron su ministerio evangelizador hasta la retirada, pocos años después, de los franceses, expulsados por los portu- gueses. El P. d´Abbeville ya no pudo volver a su destino misional por causas que se desconocen (Métraux/Lafaye, 1963, p. VI) 29 , pero pronto dio a la imprenta, en 1614, su Histoire de la Mission , de más de 300 páginas, fruto de su convivencia de cuatro meses con los indígenas. Si bien es verdad que se le podría achacar cierto atrevimiento por intentar presentar una visión válida de una sociedad tras solo cuatro meses de contacto con la misma, visto desde otra perspectiva, es de alabar su capacidad de trabajo y su voluntad de dar al mundo francés una imagen de un mundo desconocido. 26 Como es sabido los capuchinos, como signo de su renuncia y ruptura al mundo, cambiaban de nombre al ingresar en religión. 27 Desde finales del siglo XVI, bajo Enrique IV, Francia se había incorporado a la expansión colonial y ensayó echar pie en Brasil, zona a la que, si bien no destacaba por la producción de oro, el palo brasil, empleado en la industria del tinte, le daba un atrac- tivo comercial importante. 28 Razilly y Revardière regresaron a la metrópoli con seis indígenas que presentaron a la sociedad parisina como curiosidad. Estos eran mostrados en espectáculos ad hoc donde hacían alarde de sus danzas y costumbres, lo que satisfacía la curiosidad exo- tista de los franceses. Con frecuencia se ha criticado el hecho de que Colón, en el retorno de su primer viaje, trajera a la Penín- sula indígenas que ya en el primer día del descubrimiento, tenía intención de «tomar» para que «deprendieran» el idioma cas- tellano. Siglo y medio después repetían la acción los franceses. 29 Los mencionados autores, editores de la Histoir e, suponen que serían las enfermedades adquiridas en su breve estancia equi- noccial las que le habrían impedido añadirse a los 10 nuevos misioneros capuchinos que en 1613 llegan al Marañón. De hecho, d´A- bbeville moriría en 1616, de vuelta de una cura termal. Quizás el reumatismo fuera la causa de su renuncia a la misión. Los cinco meses de accidentada travesía, descrita detalladamente por él en su Histoire , pudieron influir en la precariedad de su estado de salud.

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