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21 1. EL ESCRITO MISIONERO COMO ACTIVIDAD HUMANÍSTICA Y TRADUCTOGRÁFICA: DOS TEXTOS DE LA PROTOMISIÓN CAPUCHINA pronto su imagen pasó a la representación artística como símbolo de religiosi- dad popular y carismática: Schiller en su Wallenstein y Manzoni en su Promessi Spossi , por ejemplo, contribuyeron a fijar la iconografía social, artística y literaria del capuchino. Nuestro Murillo, ya en 1664, inmortalizaría en la pintura al primer santo del Orden, entonces todavía beato, Félix de Cantalicio. 1.2.2. La protomisión capuchina: ámbitos territoriales y etapas Esta tardía pero eficaz presencia de la Orden en la sociedad europea determina la historia de la misión capuchina, que surge de manera tímida y vacilante pero constante. En el interior de la Orden habían surgido inicialmente algunas dudas acerca de la compatibilidad entre la propia reforma y la misión, debido a que esta dificultaría la estricta observancia de la regla franciscana 14 . Paulatinamente, se iría decantando su autopercepción y la misión evangelizadora sería una de las piezas fundamentales del carisma de la Orden. Un historiador de la misión capuchina lo afirma taxativamente: E in effetto, superate le prime difficoltà di assestamento, ottenuto il pieno riconos- cimento nel Concilio di Trento e poi avuta la libertà di espandirsi al di là delle Alpi, esso venne presto ad allinearsi tra gli Ordini religiosi più missionaria della Chiesa (Metodio de Nembro, 1964, p. 85). La referencia inicial de su celo apostólico va a ser el «frente interior», es decir, el que representa una sociedad de los países cristianos y católicos a los que el huma- nismo y el renacimiento han agitado en sus fundamentos y que, en ese momento, están asentados en plena dialéctica reformista/contrarreformista. Se trataba pri- meramente de re-cristianizar o re-catolizar las propias sociedades: en este sentido, justo es mencionar que el protomártir de la Propaganda Fide sería un misionero capuchino en tierra de «herejes»: Fidel de Sigmaringen (1578-1622), víctima de la iracundia de los reformados zwinglianos en Suiza. Dentro de los territorios estric- tamente católicos, los capuchinos destacarían por su extraordinario celo predica- dor, que dio como resultado personalidades tan caracterizadas como Diego José de Cádiz e Isidoro de Sevilla, incansables propagadores de la advocación mariana de la Divina Pastora, que tanta impronta popular dejó en España (barriadas -Madrid, Sevilla, Alicante- instituciones financieras de beneficencia, etc.). Secundariamente, los capuchinos fijaron su interés misionero en la predicación ante los infieles musulmanes o cristianos cismáticos, predicación que dio nom- bres destacados como los del español Juan Zuazo de Medina Sidonia, protomártir de la Orden 15 , san José de Leonisa (Giusseppe de Leonessa, 1556-1612), quien en 1587 padecería el tormento del gancho 16 en Estambul antes de ser devuelto por la 14 Fr. Antonio de Alcácer, actualmente Vicente Reynal, ha historiado la orden capuchina en Colombia ( Las Misiones Capuchinas el Nuevo Reino de Granada, hoy Colombia (1648-1820 ). Bogotá, 1959, y Los capuchinos valencianos en Hispanoamérica . 1994). Este erudito valenciano señala tres cuestiones fundamentales de la regla franciscana que hicieron vacilar a los capuchinos a la hora de emprender la misión: las prohibiciones de cabalgadura y de la pecunia y el mantenimiento del hábito como signo externo, extremos de difícil observancia en la misión. 15 Este español descalzo habría abrazado la reforma capuchina en Italia. Moriría en El Cairo en 1551. 16 El suplicio consistía en colgar a la víctima de los brazos atados a la espalda.

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