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180 DAVID PÉREZ BLÁZQUEZ individuos y en distintas ocasiones, era como adquiría seguridad y certeza en mis pesquisas.» Entre los nativos de que disponía para estos menesteres, es de justicia men- cionar que Aza contó con la ayuda del «rapazuelito huarayo Domingo, con el que había de redactar el vocabulario de su idioma», y del «joven arasairi Leo- fante [¿Deofonte?], para que con él compusiera el vocabulario del idioma mashco según lo hablan los arasairis», ambos donados por los protectores de las misio- nes Máximo Rodríguez y Ernesto L. Rivero, respectivamente ( José Álvarez, apud Soria, 1998, p. 123). Al momento de elaborar sus vocabularios, Aza prescindió de examinar los prin- cipios de otras lenguas similares americanas, ateniéndose únicamente a consignar lo que pudo deducir de la observación y estudio directo y personal que hizo de los idiomas en los largos años de su permanencia entre los indígenas (Aza, 2009, p. 182). El método de que se sirvió para elaborar sus estudios gramaticales es el «paradigmático», del que reconocía que, aunque antiguo, no por eso dejaba de ser «el más adecuado para hacer comprensibles las reglas que se van estableciendo». En definitiva, no era su propósito presentar un estudio comparativo de la len- gua en cuestión con otros idiomas: el plan de estas obras es «más sencillo y de más ceñidas proporciones» (Aza, 2009, p. 182). Advertía con humildad que sus publicaciones eran trabajos incompletos, pero que servirían al menos para iniciarse en la lengua de los indígenas y que, a pesar de todas sus imperfecciones, habrían de inspirar al diligente investigador de cuestiones filológicas «más confianza que las que salen de la pluma de excursionistas, que por solo haber estado unos cuantos días en la montaña , se creen con título y autoridad suficiente para hablar ex cáte- dra de todo lo que a la región pertenece» (Aza, 2009, p. 182). 12.5. Conclusiones En este breve trabajo se ha presentado de forma sucinta quién fue Pío Aza, qué hizo y por qué debe rescatarse su figura también en las reflexiones teóricas sobre comunicación intercultural. Las consideraciones sobre su vida y obra han permi- tido conocer a un misionero explorador, a un científico con profundas convic- ciones humanísticas. La intensa actividad que desempeñó estuvo determinada por unas circunstancias complejas, se supeditó en todo momento a su condición misionera y se articuló en torno a la palabra: desde la predicación hasta la elabora- ción de estudios hidrográficos, pasando por la fundación de misiones, el estable- cimiento de escuelas y centros sanitarios, la defensa de los derechos de los natu- rales, la exploración durante largos meses, la publicación de una revista o la inves- tigación sobre la historia, la etnografía y la lengua de las etnias de la región. Todo en aras del desarrollo humano, moral, intelectual y material del indígena. Dejó tras de sí una estela de estudios científicos de diversa índole —trabajos de campo realizados en circunstancias precarias, las únicas posibles, pero meto- dológicamente insustituibles—, con los que dio visibilidad y voz más allá del Perú a varias comunidades indígenas de la Amazonía. La convivencia y la observación participante durante largos años le ayudaron a comprender con mayor profundidad

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