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16 MIGUEL ÁNGEL VEGA CERNUDA […] mas yo no me detengo en ningún puerto, porque querría ver todas las más tierras que yo pudiese para hazer relación de ellas a vuestras alte- zas, y también no sé la lengua, y la gente destas tierras no me entienden, ni yo ni otro que yo tenga, a ellos. Y estos indios que yo traigo muchas vezes les entiendo una cosa por otra al contrario, ni fío mucho de ellos porque muchas vezes han provado a fugir. Mas agora, plaziendo a Nuestro Señor, veré lo más que yo pudiere y poco a poco andaré entendiendo y conociendo y faré enseñar esta lengua a personas de mi casa, porque veo que es toda len- gua una fasta aquí. Y después se sabrán los beneficios y se trabajará de hazer todos estos pueblos cristianos porque de ligero se hará, porque ellos no tie- nen secta ninguna ni son idólatras. En este contexto de conquista de una base común de entendimiento y comu- nicación, justo es reconocer que, mientras los eruditos renacentistas, sobre la base de una gran tradición, fijaban y depuraban los textos clásicos y bíblicos, los misioneros americanos se enfrentaron desde cero o, en el mejor de los casos, con el Nebrija, a la cuádruple tarea de: 1 «Reducir a arte», a pesar de las lenguas generales, varios centenares de len- guas totalmente desconocidas y diversificadas: nahua, quechua, tupí-guaraní, purépecha, aymara, etc. 2 Fijar sus léxicos y sus contenidos semánticos de manera inmanente y contras- tiva con otras lenguas. 3 Estudiar los entornos físicos, las mentalidades y la cultura en los que habían surgido y desarrollado esas lenguas, es decir, el patrimonio material e inma- terial, y, finalmente. 4 Establecer un diálogo inter y multicultural, entre los pueblos hallados y la glo- balidad que representaban las lenguas de la misión, a través de textos «ter- minales» físicos, todo ello en el marco de un contraste bipolar (lo aborigen como partida y lo europeo como llegada) que da a esa tarea un carácter de trabajo traductográfico. Así pues, no es necesario, apelar a un sentido ulterior del término «huma- nismo», el del ámbito moral (lo humanitario), para reivindicar para el escrito misionero el calificativo que figura en el epígrafe de este nuestro trabajo: el escrito misionero como actividad humanista y traductográfica. Pero se debe insistir en que tanto el humanismo de los evangelizadores americanos como la traductogra- fía que estos realizan son de nuevo cuño y difieren radicalmente del europeo: el humanismo que se inicia en América a través de la misión se enfrenta a culturas no integradas, a culturas, no del pasado como la griega y la latina, sino del futuro que había que configurar sobre la base de nuevos conocimientos que se adquie- ren y depuran en un contacto continuado con el objeto de los mismos, detalle este que hay que poner en el haber de los escritos misioneros: Muchos de sus autores no regresaron ni al lugar ni a la cultura de origen, constituyendo así los primeros casos de mestizaje, de integración culturales que resultaban forzosos en la lucha por la supervivencia.

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