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15 1. EL ESCRITO MISIONERO COMO ACTIVIDAD HUMANÍSTICA Y TRADUCTOGRÁFICA: DOS TEXTOS DE LA PROTOMISIÓN CAPUCHINA del saber, tanto de arquitectura, filosofía o teología, como de poética, lingüística, canto o pedagogía, para, con ellos, descodificar, recodificar y transmitir la nueva realidad. Precisamente, ese «querer saber por el saber mismo», impulso motor del renacentista « uomo universale » (concepto que a su vez traducía el polymathés griego) descrito por Castiglione, caracteriza al misionero, al capellán de expedi- ción o al doctrinero en viaje catequético que quiere explicarse y explicar lo que percibe como condición previa para una comunicación expedita con el indígena. El relato del dominico Gaspar de Carvajal Relación del nuevo descubrimiento del famoso río Grande que descubrió por muy gran ventura el capitán Francisco de Ore- llana o la información recogida en el Huarochiri peruano por el cura doctrinero cuzqueño Francisco de Ávila ( Hombres y dioses del Huarochiri) eran más docu- mentos para la antropología e historiografía venideras que un instrumento pas- toral de uso inmediato. Sin embargo, existe un rasgo que diferencia al humanista europeo en Europa del humanista europeo en América. En efecto, aquí el misionero, a la hora de ejercer su ocupación con la humanitas , se encontraba con una dificultad añadida: la barrera de la in/comunicación. El humanista europeo poseía las claves de acceso (tanto lingüísticas como culturales) a las fuentes de su cosmovisión: los textos hebreos, latinos o griegos. Pero el misionero, condenado por el mandato de la evangeliza- ción al diálogo, tuvo que hacerse con las claves, babélicas sin duda, de unos siste- mas de comunicación radicalmente distintos, con unas lenguas que, tanto genética como tipológica y culturalmente (flexión frente a aglutinación, orden de consti- tuyentes oracionales, etc.), tenían muy poco que ver. Ya el Almirante había regis- trado en su Diario que el primer gran problema que le presentaba el Descubri- miento de las supuestas tierras de Cathay y Cipango era el del lenguaje. Su intér- prete, el judío converso Luis de Torres, que Colón de manera previsora había incluido en la tripulación, no le sirvió de nada a pesar de o precisamente por sus competencias lingüísticas en hebreo y árabe. Por eso, la percepción de la dificul- tad comunicativa y del componente lingüístico como problema a encarar en el futuro más inmediato es una constante a lo largo de su singladura o periplo caribe. Así lo registra el 12 de octubre: […] Esto hize porque mejor se comportan los hombres en España aviendo mugeres de su tierra que sin ellas, porque ya otras muchas vezes se acae- ció traer hombres de Guinea para que deprendiesen la lengua en Portugal y después que bolvían y pensavan de se aprovechar de ellos en su tierra por la buena compañía que le avían hecho y dádivas que se les avían dado, en llegando en tierra jamás parecían. Otros no lo hazían así. Así que, teniendo sus mugeres, ternán gana de negociar lo que se les encargare, y también estas mugeres mucho enseñarán a los nuestros su lengua, la cual es toda una en todas estas islas de India, y todos se entienden y todas las andan con sus almadías, lo que no han en Guinea, adonde es mill maneras de lenguas que la una no entiende la otra .[…]. Resulta interesante la clarividencia que manifiesta el Almirante acerca del papel femenino en la adquisición de la lengua. Un mes más tarde, el 27 de noviembre, insiste en las dificultades de comunicación:

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