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13 1. EL ESCRITO MISIONERO COMO ACTIVIDAD HUMANÍSTICA Y TRADUCTOGRÁFICA: DOS TEXTOS DE LA PROTOMISIÓN CAPUCHINA de Anglería 1 y López de Gómara; el involuntario robador de famas Amerigo Ves- pucci 2 , el desinformado Martin Waldseemüller, el reincidente Cabeza de Vaca, o el ex/re-patriado 3 Garcilaso el Inca), todos ellos protagonistas de esta transferen- cia de «percepciones» a «textos», no cesaron de esbozar y matizar la imagen del nuevo hombre y de su entorno. Precisamente esa transferencia fue factor que convirtió los textos protoamericanos (las D é cadas de Anglería, La historia general de las cosas de Nueva España de Sahagún o la Historia natural y moral de las Indias de Acosta, por ejemplo), sobre todo aunque no solo, en un hecho de traducción. Se podrá objetar que la imagen que se transmitió del Nuevo al ViejoMundo fue subjetiva, pero ese carácter de subjetividad, inevitable por lo demás, no invalidó esa actividad de trasmisión, dado que no se realizó con voluntad desfiguradora, sino configuradora. Hasta el presente, las determinaciones subjetivas del conoci- miento son inevitables: quidquid recipitur ad modum recipientis recipitur, lo que se recibe, se recibe al modo del recipiente, decía un adagio de la sabiduría medieval. Toda verdad es mestiza por naturaleza, producto de la interacción del objeto per- cibido y de la subjetividad perceptora. La admiración (τὸ θαυμάζειν) y la perplejidad/duda (τὸ ἀπορειν) que Aristó- teles presentaba en su Metafísica como comienzo de la sabiduría («Lo que en un principio movió a los hombres a hacer las primeras indagaciones filosóficas fue, como lo es hoy, la admiración […]. Dudar y admirarse es reconocer la igno- rancia» 4 ) situaban al europeo recién llegado en trance de «querer saber por el saber mismo», por curiosidad, no solo de querer poseer o de querer poder, que también. Ello daría como resultado una ampliación casi brutal del conocimiento que originó una nueva imagen del Planeta, una imagen geográfica y antropoló- gica más completa: la riqueza de recursos naturales, lo novedoso de los atuendos de los aborígenes o la carencia de ellos, sus modos de vida, su hermosa aparien- cia o el entorno natural causaban la admiración de los castellanos que ampliaban, a impulsos de esa admiración, los límites de su experiencia y su conocimiento. Ya en los momentos iniciales del Descubrimiento, el Almirante registra en su Diario la perplejidad propia ante lo desconocido y, aparte de dar cuenta del curso de la singladura, inaugura ese proceso de iconización, (= dación de imagen) del 1 La relación de los hechos americanos que emprendió este humanista ítalo-español, De Orbe Novo Decades Octo, siendo una de las primeras exposiciones europeas sobre América, tenía un carácter de «segunda mano» y difícilmente podía dar cum- plida cuenta vivencial de los hechos americanos. Dígase lo mismo de la obra del historiador soriano López de Gómara Histo- ria General de Indias (1552). 2 El nombre y la obra de este comerciante y navegante florentino al servicio de la Corona española ( Mundus Novus, Carta a Soderini) , dieron lugar, como es bien sabido, al nombre del continente recientemente descubierto. A pesar de los méritos divul- gadores y cartográficos de este controvertido comerciante, súbdito del Rey Católico y fallecido en Sevilla, exagerado resulta el empeño que muestran algunos críticos de la historia, que no historiadores, sobre todo hispanos (quizás con ello están haciendo honor a su origen), en atribuirle más protagonismo del debido, negándoselo a la Corona española o a los auténticos descubri- dores. Se trata de un empeño que, si no chocante, dada la acendrada inquina de los historiadores criollos, sí resulta injusto con el ductus de los acontecimientos. Baste un ejemplo textual como botón de muestra de lo que decimos: «El Viejo Mundo rena- cía, gracias a los florentinos. El Nuevo Mundo aparecía, gracias a la pluma de un florentino». (Carlos Restrepo Piedrahita: «El nombre de América». En Revista Credencial Historia . Bogotá. Edición 26, febrero de 1992. Biblioteca Virtual Luis Arango. http:// www.banrepcultural.org/node/32529) . La parcialidad de semejante afirmación se juzga por sí misma, sobre todo teniendo en cuenta que fue el alemánMartinWaldseemüller, por cierto, no del todo bien informado, quien acuñó el nombre del continente. 3 La biografía del escritor cuzqueño le convierte en una personalidad, más que mestiza, bifronte, jánica, que puede servir de símbolo de muchas de las personalidades de la gesta americana, indecisas y a mitad de camino entre el origen y el destino. Un Sahagún o un Cabeza de Vaca son, como el Inca, personalidades que incorporan tanto la naturaleza de expatriado, al abando- nar su lugar de origen, como la de repatriado, al encontrar en destino un lugar de entrañamiento. 4 El tenor original del pasaje en el escrito aristotélico es el siguiente: διὰ γὰρ τὸ θαυμάζειν οἱ ἄνθρωποι καὶ νῦν καὶ τὸ πρῶτον ἤρξαντο φιλοσοφεῖν…Ὁ δ’ἀπορῶν καὶ θαυμάζων οἴεται ἀγνοεῖν. (Metafísica, II 12 y ss. Citado según texto informatizado bilin- güe griego-francés de Victor Cousin, en http://remacle.org/bloodwolf/ philosophes/Aristote/ metaphysique1fr.htm). Resulta un texto fundacional de la antropología.

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