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118 JUAN PEDRO PÉREZ PARDO Santa Ana, fundada en 1755 por el P. Julian Knogler; y Santo Corazón de Jesús, fun- dada en 1760 por el P. Antonio Gaspar y el P. José Chueca; cerrándose el periodo fundacional en 1760. Siete años más tarde, la labor misionera emprendida por los jesuitas quedará incompleta y abandonada al ser expulsados de América en 1767. Los jesuitas pretenden recrear en sus Reducciones la mítica Ciudad de Dios, estableciéndose para ello en lugares estratégicos: territorios elevados y saludables provistos de agua y de fácil acceso. El jesuita bávaro Julian Knogler (1717-1772), fundador en Chiquitos de la misión de Santa Ana, nos explica cómo se construye y cuál es la estructura de una fundación: Se tala el monte en un ámbito suficientemente amplio y se queman la madera y la maleza; así la tierra queda limpia para levantar las casas. El pueblo se traza como un cuadrángulo con una plaza grande en el medio, de trescien- tos o cuatrocientos trancos (más o menos de 100 metros por lado). En torno a la plaza se levantan las casas de los indios, en ocho, diez o más hileras, una detrás de otra, separada de la anterior por una calle ancha; su número depende de la cantidad de habitantes que el pueblo tenga. Tres costados de la plaza son ocupados por estas casas, el cuarto queda reservado para la iglesia, el cementerio y el colegio, donde viven los misioneros y se encuen- tran los talleres y la escuela. Las casas son sencillas, de siete u ocho varas de alto (aproximadamente seis metros) y construidas de madera que se cubre luego con una mezcla de pasto y barro; el techo se reviste con paja dura. (Knogler, 1979, p. 21). Los pobladores de las Reducciones trabajaban bajo la tutela de dos religiosos: uno que se encargaba de la vida espiritual o del proceso evangelizador, y el otro de lo material, es decir, la enseñanza de las artes y los oficios. Los chiquitanos, bajo la tutela de los jesuitas, rápidamente se convirtieron en magníficos carpin- teros, alfareros, pintores, escultores, tejedores; pero donde mayormente sobresa- lieron fue en el campo musical. La música sirvió a los jesuitas como vehículo de evangelización, y los chiquitanos la asimilaron rápidamente, sobresaliendo como veremos más adelante en todas sus manifestaciones: el canto, la interpretación y la composición, pero también en la construcción de sus propios instrumentos. 8.3. Un misionero suizo entre los chiquitanos, el P. Martin Schmid (1694-1772) Nos referiremos a continuación al fundador de la Reducción de San Rafael, el polifacético jesuita Martin Schmid, al que el arquitecto y profesor Eckart Kühne ha definido del siguiente modo: Era cura, padre espiritual, misionero, profesor, autor de un texto de ense- ñanza lingüística y de sermones en lengua chiquitana; reorganizó el calen- dario litúrgico y las fiestas religiosas; introdujo la música sagrada europea y formó varias escuelas de música; construyó órganos y otros instrumentos musicales con mano propia; compuso numerosas piezas musicales y arregló muchas otras; tenía conocimientos de filosofía, matemática y astronomía;
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