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Revista Jurídica Digital UANDES 2/1 (2018), 42-58 DOI: 10.24822/rjduandes.0201.4 46 El rey de Inglaterra escribirá su Apología presentándose como un teólogo en defensa de los derechos de la Corona 12 . Usando el método y los argumentos escolásticos intenta hacer válida su postura, considerándose a sí mismo como verdadero intérprete de la verdad política y queriendo tranquilizar la conciencia de los católicos que habían prestado el juramento. Era una argucia política en la que se condenaban como delitos la traición, destitución o golpe de Estado, la rebelión o levantamiento en armas, así como cualquier forma de colaboración y acción encaminada contra la vida del monarca. El juramento tenía su fundamento en el deber de obediencia de todos los súbditos para con su rey y soberano, en virtud del vínculo natural de sangre y nacimiento dentro del territorio nacional. Pretendía sancionar el derecho natural por medio del vínculo sagrado del juramento. Afectaba a todos los súbditos del reino, sin discriminación alguna, y no aceptaba más diferencia que la existente entre aquellos que eran súbditos leales y los que eran traidores. La conciencia quedaba sacramentalmente instrumentalizada a los intereses supremos del monarca. Al mismo tiempo, Jacobo I denunciaba la injusticia del papa al poner en peligro no solo la tranquilidad interna del reino de Inglaterra, sino también la paz y estabilidad de los reinos cristianos. Por otra parte, le preocupaba la concepción y argumentación de Belarmino que, a los perseguidos por el Estado, los convertía en mártires de la fe. Una manera sutil de inducir a la desobediencia civil 13 . Las tesis del jesuita serán anatematizadas y quedará desautorizado por Jacobo I. La Apología , de manera indirecta, pretendía dar seguridad a muchos católicos que se veían en la disyuntiva y necesidad de hacer el juramento. Por su parte, Belarmino acusaba a Jacobo I de haber renegado de la fe católica, comparándolo con Juliano el Apóstata 14 . Eran propuestas enfrentadas que hablaban de una ruptura inevitable. Belarmino sustentaba su posición a partir de dos principios fundamentales: el primero ponía de relieve que el poder del rey viene de Dios a través del pueblo y, en segundo lugar, que la comunidad política era el sujeto natural de la soberanía. Y, por lo mismo, de ese carácter de comunidad política como aquella en la que residía el poder, deducía el derecho del mismo pueblo a la rebeldía, entendiendo que los derechos de este son superiores a los de la monarquía. Estaba reconociendo al pueblo, en caso de tiranía manifiesta, el derecho a la insurrección. Así, la desobediencia civil podía ser un deber de conciencia para los ciudadanos. No cabe duda de que las posiciones de Belarmino, como sucederá luego con las de Suárez, provocaron escándalo y reacciones de profunda virulencia 15 . El planteamiento de Belarmino parecía un reto al absolutismo de los reyes que dominaban en Europa, representados en la figura diabólica del soberano de Inglaterra. Jacobo I retocará su Apología , publicándola ahora con su nombre, y añadiéndole un largo prólogo que dedica al emperador Rodolfo II conjuntamente con todos los reyes y soberanos de Europa (1609): “Porque todos están interesados en la controversia. Es una causa pública que concierne a la autoridad y dignidad de los reyes que han recibido de Dios, como vicarios y legados suyos, la soberanía política”. Jacobo I se consideraba protector y defensor de la antigua, primitiva y católica Iglesia 16 . En esta segunda edición, la obra se convierte en agresiva y fuertemente grosera, manifestando su pérdida de control y de tacto en el conflicto, lo que hace más comprensible la intencionalidad profunda del juramento. 12 Algo que ya había hecho el mismo Enrique VIII, del que no se puede olvidar que contaba con el título de “defensor de la fe”. El título le había sido concedido, en 1521, por un tratado suyo contra Lutero. En este sentido, conviene recordar que Enrique VIII permaneció católico, aunque cismático, hasta su muerte. 13 Creo que en este tipo de problemáticas y sensibilidad, se pueden intuir los orígenes de la preocupación por la libertad religiosa. 14 La comparación llevaba a los tiempos de la confesión de Constantino y la declaración oficial del cristianis-mo como religión oficial del Imperio por parte de Teodosio. 15 Lo que, con el paso del tiempo, quedaría como una teoría propia jesuítica. Piénsese, en este sentido, en las consecuencias que tendrá esto en el reinado de Carlos IV y el extrañamiento de los jesuitas. 16 La idea entra en el perfil más puro del Humanismo clásico, en el que ya se había ubicado Enrique VIII. “Defensio fidei” de Francisco Suárez y su conflicto con Jacobo I
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