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!JO LECCIÓN XI. 166 . Las alabanzas en el púlpito quieren mucha reserva y delicadeza, pues, desterrados de él toda lisonja y respe– tos humanos, el poderoso como el plebeyo, y el sabio como el ignorante, todos tienen igual derecho á la caridacl y tiermt solicitud del ministro de Dios. "No os tributaré alabanzas, decía un célebre omdor á Luís XrV, porque no las he ha– llado en el Evangelio. " Hay escritores que desechan tales cumplidos como contrarios al lugar y á la presencia de Dios. 167. .,gn este punto han fracasado grandes oradores, dice el Sr. Bravo, y por eso nos parece que sólo en casos muy contados, y cuando así lo exija la etiqueta, podrá ha– cer se un cumplido tan rápido, tan comedido, que no hiera á los demás, no excite la vanidad ele aquel á quien se dirige, ó contriste su modestia ó contraríe su virtud. " Y bien sabi– do es lo que sucedió á San Francisco de Sales en un sermón en que el Santo estaba presente, por un cumplielo que le hi– cieron, el cual recibió él tan mal y reprendiú severamente. IV, SUB D.El<'EC'fO~. 168. l." Vago ó común. Que se pned<1 aplicar á eliferen– tes asuntos; como suceele á los que t!enen preparados ele an– temano exordios aplicables á materias IJien eliversas entre sí. 169. 2." Afectado. En palabras relmscaelas, pensamien– tos delicados, y pretensión de estilo florido; pues se contenta elemasia<lo pronto el auelitorio, y se vuelve después incapaz de gustar las sólid<1S razones del cuerpo del discurso. 170. 3. 0 Largo. No debe pasar más allá de la cna,¡·trt parte del sermón, ni ser menos de la se;rta. 171. 4. • No tomado del fondo del discurso; y entonces resulta pálido, sin vida, vulgar, separaelo del cuerpo, y co– mo cosa inútil que no tiene relación á ningún fin. V. REGLAS Á T.tAS CU.\LE~ :-;E REDUC"R. 172. 1." Acerca la materia: Relación íntima con el dis– curso, y no anticipar en él parte esencial. Es bellísima la
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