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EXORDIO. 89 160. l.• Texto. Se toma 1111 texto del cual se •legc,ntraüa ,.¡ sermón ; ó bien después del sermón se busca 11110 aclecua– du. Deben evitarse abusos y extravagancias. 161. 2." Introducción general. Se va preparando la en– l.t·ada del discurso en consideraciones breves y que tengan íntima conexión con el asunto, de tal manera que el audito· rio cuando menos lo advierte ya se encuentre en él de un modo el más natural y j)portuno. Evítense divagaciones ge– Herales y ajenas al asunto. Pues hay exordios que por sus generalidades po<l rían realmente servir para toda clase de ~ermones. 162. 3." Anuncio del asunto. :Manifestarlo sencillamen– te: ••Hé aquí mi idea." "Esto voy á manifestar." La satis– facción que produce esta sencillez y claridad, compensa to– llas las sutilezas, que á veces ni dejan eomprender cuál será la conclusión. 163. 4." Invitación. Manifestado ya al audito rió el asun– to que debe tratarse, se concreta éste en una JWOJJOSÜ:it5n que debe esclarecerse con su oportuna dirisidn, si es nece – saria, é inmediatamente se procura interesar los oyentes en breves palabras sobre la necesidad de la materia para exci– tar más su atención. 164. 5." Invocación. Es un:t cosa muy conforme al mi– nistro de Dios que tratando de destruir el imperio de Satán, invoque los auxilios divinos, y acuda á ~Iaría Santísima, por cuya poderosa intercesión nos vienen tan copiosas gra– cias, dirigiéndola aquel tiemísimo saludo: A VF. }fAníA. 165. La Invoc(tcidn ha de ser todo fuego y entusiasmo, con verdadera precisión de palabras que, como flechas, va– yan al corazón y muevan con suavidad los espíritus. Debe procurarse que se varíe, expresarse en distintas fórmulas según la clase y materia de sermones, para evitar siempre una misma cantilena, cosa que en algunos predicadores lo han notado los mismos oyentes; mientras que les sorprende agradablemente la hermosa variedad de invocaciones á llfrtría.

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