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88 loECCIÓN XI. · H. SUS l1SPECIES. 156. l." Sencilb. Consiste en que sea claro, breve, sin artificio, sin brillo de fig-uras, ni impulsos vehementes; pero no desaliñado, bajo y trivial. Hmc tamen sic detmkit o?·– natwn, 1tt sorrles non cont?·akat: Esta sencillez, dice San Agustín, de tal manera le ha de quitar el adorno, que no por esto le haga contraer ninguna fealdad ni bajeza. Como un día el más hermoso, enseña Cicerón, que no empieza por un sol brillante, sino por una claridad tibia y débil que par– ticipa en gran parte de la o~>curidad de la noche, y después por grados se va despejando. 157. 2." Insinuante. Cuando se temen en el auditorio disposiciones desfavorables, entonces hay que destruir (J1'a– rl1talmcnte el error, pero no de un modo violento y brusco, sino con destreza y tino, valiéndose de ingeniosos rodeos. 158. 3.• Pomposo. Consiste en desplegar las galas de la elocuencia con la magnificencia de la palabra, el brillo de las imágenes y con cuanto contribuye á la grandeza del asunto, como en los panegíricos y oraciones fímebres de per– sonas ilustres. Sería defrm1dar las esperanzas anticipadas del auditorio tratar de una manera pequeüa un asunto gran– dioso. Un exordio moderado hará que esta elevación sea sostenida durante el discurso y no decaiga, pues lo contra– rio sería una notable deformidad de una grande cabeza en un cuerpo pequeüo, ó de una grande y monumental puerta en una pequeña casa. 159. 4." Vehemente ó ex abnt)Jto.-Es cuando. el ora– dor, suponiendo ciertas condiciones en los oyentes, de repente con calor, con alma y energía entra en el asunto con aquella entonación y lenguaje qne motivan la gravedad de las cir– cunstancias. Para ello debe contarse eon el necesario ascen– diente sobre el auditorio, evitando cualquier extravagancia; y á veces un solo exordio de esta naturaleza ha bastado para que el orador se haya apoderado de la inteligencia y co– razón del auditorio, pues que en el exordio ex abrupto entran los más vehementes sentimientos en que se ponen en movi– miento las pasiones más fuertes del corazón humano.