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80 LECCIÓN Vill. 133. 7.• Conviene también que el predicador se pon– ga á veces en el número de los que corrige, y se aplique las reconvenciones, consejos y enseñanzas, y así parezcan menos acres, y pueda mejor introducirse en el corazón del oyente. 134. s.• En las reconvenciones justas y necesarias en general, conviene mezclar alguna excusa atenuante para que no aparezcan tan severas. A veces lamentando el des– orden, dejando qne cada uno se lo aplique. Pnede reves-. tir estas formas: Siento; permitidme... el amor que os ten- . go me obliga. Muchas veces un cumplimiento delicado, un elogio merecido suavizará una amarga lección, ó servirá de principio ó transición muy fina para reprender grandes erro– res, ó reformar las costumbres, como lo hizo el Apóstol con admirable delicadeza en el Areopago de Atenas. Tales pre– cauciones pueden usarse con tal que no sean exagéradas has– ta contemporizar con el pecado, y entonces ganaremos mu– chísimas más almas á Jesucristo. LECCIÓN IX. Sermona;rio6. 135. Los sermonarios, esas magníficas colecciones de sermones de brillantes y elocuentes oradores, que han sabi– do reunir hombres de gusto, pronunciando sobre ellos unjuí– cio crítico favorable, no puede negarse que, manejados col). el debido modo, son de grandísima utilidad bajo muchos con e ceptos. Allí como en vasta pradera las flores de la elocuen.,– cia abren su cáliz y ofrecen su néctar delicioso á la abeja laboriosa, que solícita forma sus ricos panales. Allí se encuen– tran multitud de ideas morales y religiosas aplicadas á ca– sos prácticos; ingeniosos y bien acabados planes de sermo– nes ; admirables giros tle gran facilidad y soltura; pensa-

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