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Al\IPLIFiCACIÓN. 77 t.or: "Que es peligroso pintm· el vicio delieadmnente. La •lemasiada delicadeza le hace agt'adable, y entonces lamo– ral es tentaci6n." 123, Usando, pues, debidamente de las reglas de ampli– plificación, nuestros discursos rebosarán de natural abun– tlancia y tendrán suma energía. Concluiremos con e~ta ex– presión de un moderno autor: "Sepárense del púlpito esas amplificaciones propias del charlatanismo y la ignoraucht, y que por lo común no son más que la repetición de mws mis– mas ideas en tr 1 1'itdnos diferentes., LECCIÓN VIII. Prec:aucioncó oratoriaó. 124. La caridad cristiana es muy ingeniosa para intro– ducirse de mil maneras en el corazón del hombre, para ha" cerle tomar los remedios necesarios á su salvación, como la tierna madre que se vale de mil industrias para que su hij() no rehuse la medicina que ha de devolverle la salud perdi– da, y para que gustoso acepte la leche que ha de conservar su preciosa existencia. Esto hacen las precauciones orato– rias; son ciertos miramientos, cierta delicadeza y urbanidad que usa el orador para que el auditorio reciba bien la divina palabra, sobre todo cuando ha de dar alguna corrección, aviso ó fuerte reprensión que es necesaria para corregir al– gún. desorden, extirpar algunos vicios ó mejorar las costum– bres del pueblo; pues debemos estar bien persuadidos que una palabra, una sola frase inoportuna, una mal disfrazada ironía, bastan para echar á perder el mejor discurso. 125. La prudencia, el bnen sentido, la caridad apostó– lica aconsejan y dirigen perfectamente estas precauciones
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