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LECCIÓN VI.-DE LAS MATERIAS 97. Las Postrimerías nos enseñan que el hombre no · acaba como los demás seres de la creación ; que tiene más altos destinos, y ha sillo criado para otra región más digna de su grandeza: la justicia de Dios, la inmortalidad del al– ma, la recompensa y el castigo que aquí en la tierra vemos que raras veces se cumple y que se realiza en otra vida, vida de espíritu, donde la materia no tendrá entrada hasta que se halle purificada y pase por el crisol de una disolu– ción completa. 98. El sepulcro abierto ante un auditorio indiferente, los instantes de la agonía, las convulsiones de la muerte, los remordimientos y la desesperación, la dulce serenidad y la sourisa del justo al tocar el término de sus mayores an– sias y ambiciones, la comparecencia ante el Juez soberano, las palabras de J esucristo, el libro de nuestras acciones, la balanza ¡le nuestras obras... todo esto ofrece un ancho cam– po para el orador sagrado, que no debe de modo alguno mi– rar con indiferencia ni escasear. , 99. Es tanta la malicia de los tiempos que atravesa~ mos, que fácilmente oiréis .decir que éstos han cambiado; que en el día no se quiere oir hablar de asuntos terribles ; que la sensibilidad, la excitación nerviosa domina á mu-' chas personas; que ¿para qué sacar cuadros ó descripciones tan terribles llel infierno, tanto fuego, tantos castigos, tanta eternidad, tantos espíritus infernales ? hoy es menester aco– modarse al siglo, contemporizar con su flaqueza, y no pre– tender espantar con el Dios terrible de los hebreos. lOO. Aquí hemos recopilado algún tanto en general las objeciones que se acostumbran contra la predicación de las Postrimerías, y sin hacernos cargo de la nota en que podrían incurrir, por no permitirlo la índole de esta obra, y por considerar suficientemente instruidos á nuestros jóvenes lectores, diremos con todo, que esa multitud de objeciones que hoy se están oyendo, y áun se dan á la prensa bajo mil formas más ó menos agresivas á la Religión, debe hacernos reflexionar que tal predicación se haga de un modo conve.,– niente, evitando toda exterioridad ridícula, y materialidades r¡ue, en ·tiempos de más fe y sencillez, tal vez practicaron algunos de nuestros mayores; sino procurando que el peso

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