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60 J,l•:CCf(IN VI. - DE LAS l\JATERIAS pueblos t:aerán y permanecerán en una espantosa ignoran– cia tle estos misterios, tan necesarios para la salvación. " 76. Digámoslo claro: u La falta de solidez en la ense– iianza católica es el origen del fanatismo que lleva á la su– perstición, ó del indiferentismo que lleva á la negación de toda verdad. " Los que creen sin conciencia, como si no cre– yeran; los que no creen por ignorancia, pueden á veces dis– culparse, y esta acusación es la que debe procurarse que no se justifique por la apatía y descuido del sacerdocio: que no suceda esto es menester, y esto piden ardientemente á los ministros del santuario los verdaderos amantes de la Reli– gión, dice el Sr. Bravo en su Tratado de la Predicación cristiana. Ni pueden los pastores de almas cuando predican limitarse á algunas reflexiones morales sobre el Evangelio, porque seguir tal método donde tales verdades no están grabadas en todas las inteligencias y corazones, es construir edificio sin fundamento, dejando expuestas las almas á su perdición. Se ha de instruir á los fieles sobre las verdades . fundamentales, las cuales abrazan: · 77. 1.• Las perfecciones divinas. Admiran y sorpren– den aquellas magníficas descripciones que los Libros Santos nos hacen de las perfecciones de Dios, y el orador sagratlo no puede menos que explicarlas con frecuencia, y encontra– rá para su elocuencia impulsos sublimes, y para su audito– rio el principio de todas sus obligaciones, el motivo de to– das las virtudes y la fuente de toda su felicidad. uDios no es conocitlo, exclama Pratmans; he aquí la causa de to· dos los males cpte desolan la tierra; he aquí porque los pe– cadores no le temen, y los buenos le aman tan débilmente;, lo que hizo decir á Jesucristo, que el conocimiento de Dios es la llave de la vida eterna: Hcec est vita cetm·na ut cog– noscant te solunz IJcum vct'1tm. Para lo cual se tendrán presentes estas reglas: 78. REGLA l." Con acento de convicción é inteligencia cuide el orador que los pueblos formen una idea perfecta de Dios, hablando siempre de este IJivino Señor con profundo respeto y veneración. Con esto los pueblos no podrán menos de tener una ele– vada idea y grande estima de la majestad !le Dios, cuyo
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