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52 LECCIÓN V.- NECESIDAD rlissúJrdas, r¡wJJ contincrc non valcnt aquas. (Jer. n). De– jan de beber tales predicadores en las fuentes vivas de la divina revelación, y se fian y complacen en la exigua capa– cidad de sn tan limitada inteligencia. ¡Cuánta luz arrojan estas verdades para comprender la causa por que muchos sermones modernos, á pesar de tanta erudición, hacen tan poco ó ningún fruto en las almas! ... 66. Dejemos ahora hablar aquí al citado Dr. :M:artínez, el cual se expresa de esta manera: "Encargado el orador cristiano de predicar la doctrina de la Religión, debe anun– ciarla al pueblo fiel tal cual es ella en sí misma; mas si se contenta en recoger algunas verdades especulativas y prácticas en el campo de la razón humana... la mayor for– tuna á que podrá aspirar es, á que le conozcan como in– térprete de la razón, pero no podrá honrarse con el título de embajador de Jesucristo: Pro Ohristo ergo legatione fungimur. (II Cor.). Ved ahí el estado á que se han reba– jado los predicadores protestantes; porque erigiendo en au– toridad el espíritu privado, han naufragado en la fe, han negado el dogma, y se han quedado sólo con una doctrina y moral humanas, por lo cual es imposible que sean elocuen– tes. Y este es el motivo de la superioridad real de los pre– dicadores católicos sobre ellos. Pero la desgracia está en que la doctrina protestante, desenvuelta hasta sus últimas consecuencias por la filosofía naturalmente racionalista, ha inundado los países católicos; y muchos verdaderos fieles participan de su funesta influencia, sin quererlo, sin cono– cerlo, sin sospecharlo siquiera; porque no dudamos asegu– rar que á esta influencia debe atribuirse en gran parte el fenómeno de que muchos cristianos, conservando íntegras sus creencias, no gustan que se les predique del juicio, del infierno, y de otras verdades, aterradoras, sí, pero muy sa– ludables, que en tiempos más felices para el Cristianismo eran el tema constante de los predicadores. Gustan de oir la verdad especulativa y las reglas de los deberes, porque esto sólo habla al entendimiento, que nunca desecha la ver– dad conocida sin hacerse grande violencia; pero si se les anuncian las amenazas y los castigos con que el Señor ha sancionado su ley, se resisten, porque esto estrecha dema-
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