BCCCAP00000000000000000000265

46 J,ECCIÓN V. - NECESIDAD 57. No hay que dejarse engañar del amor propio y de una vana complacencia; deben elegirse los asuntos que pue– dan ser más provechosos á los oyentes, sin que ninguna mira temporal nos aparte de nuestra recta intención, ya desde un principio. "Ante todo debe cuidar el orador, dice Quintiliano, de que el deseo de la presente alabanza, como sucede á los más, no le retraiga de atender á la utilidad de la causa." Y según San Juan Crisóstomo, el amor de la vana– gloria enerva en gran manera nuestro espíritu, y nos escla– viza á los caprichos del auditorio en lugar de combatirlos: Et nos.frigide ac núsere restros affectus sequimur quos excindere oportcret. Somos como los padres que dan á sus hijos enfermos golosinas nocivas, en vez de medicinas amar– gas, pero saludables; esto hacemos nosotros cuando os pre– dicamos, no para instruíros, no para excitaros á contrición, no para mejorar vuestras costumbres, no para aprovecha– ros, sino para halagaras, para causaros admiración vana, para agradaros, para arrancaros aplausos y alabanzas: Ut curn plaustt et lattdibus discedamus, non ut mo1·es cmn– ponwnus," así se expresa este Santo Doctor. 58. ¿Y es esto buscar la gloria de Dios? ¿Es esto bus– car la salvacióu de las almas? ¿Qué fin tenían las predica– ciones de San Pablo? Non nosmetiJJSos p1'11!dicmnus, sed Jesmn Clwistmn. (II Cor. 1v). Y ¿cómo las ejercitaba? Neqtw enim fuimus in sm'1none adtdationis, neqtw in occasione a'Daritim, nec qumrentes ab lwminibus glo1·iam. (I Thes. n). Jamás predicó movido de la adulación, avari– cia ó gloria mundana. El predicador que en vez de atraer las almas para Jesucristo, á fin de que le conozcan y le amen, sólo trabaja para hacerse amar él mismo de estas almas, á este talle llama San Crisóstomo, traidor culpable y des– graciaclo: Miser et infelix proditor! profana la santidad de su ministerio con una sórdida ganancia. Soli IJeo kono1· et gloria, grita el Apóstol. "Preclica, pues, á la plebe ele! Señor, y ruégales que abunclen en buenas obras, y renun– cien á sus maldacles, se exclama San Ambrosio: A dmone igitur plebem IJomini, atque obsecra td ab·undet in ope– ribus bonis, renunf'iet jlagitiis. Ni cabe la menor duela que tales han de ser las materias de nuestros cliscursos. San

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz