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40 LECCION !V.-SUS FUENTES ellos por tantos siglos, estamos, sin embargo, llamados á predicar la misma doctrina que ellos predicaron. Inspiré– monos, formémonos en las obras clásicas de los Santos Pa– dres de la Iglesia, y entonces con su espíritu adquiriremos su elocuencia cristiana. 48. 3. 0 Teología dogmática y moral. Dice Pratmans, que "la ciencia de la teología es el fundamento esencial de toda buena predicación." Así como la dogmática dirige el entendimiento para las cosas de fe, y nos aparta del error y la herejía, manifestándonos lo que hemos de creer, que son los dogmas; así la moral dirige el corazón para las vir– tudes, y nos aparta del vicio y del pecado, manifestándonos lo que hemos de practicar, que son las buenas obras. Si un predicador no tuviera la ciencia teológica, ¡cuántos dispara– tes podría cometer! Entonces nada hay exacto; las ideas no son precisas ni claras; se abandona á extravíos de la imagi– nación; pone dudoso lo que es cierto, y cierto lo que es du– doso; confunde fácilmente el pecado venial con el mortal; asegura lo que es controvertible, y lo que es sólo opinión de Doctores lo sostiene como un dogma. Se atolondra su cabe– za, y el auditorio nada saca en claro, se confunde, y es.po– sible haya entendido mal sus deberes. El hombre sólilla– mente instruido es el único que puecle hacer nn discurso claro, exacto y abundante de doctrina que se fije en la men– te de los oyentes y les haga comprender sus deberes. Si muchas veces sucede á buenos predicadores, que hay gen– tes, sobre todo del campo, que les entienden al revés de lo que dicen, ¿qué será en un predicador que no tenga á fondo la teología? Es menester saber á fondo las cosas para en– señarlas con claridad y exactitud. Los jóvenes si no tienen método en los estudios, fácilmente van desflorando las ma– terias sin profundizar ninguna, recogiendo únicamente des– Qrden y conocimientos muy superficiales. San Francisco de Sales, á fin de evitar semejante escollo, se aficionó á la Sa– rna de Santo Tomás, á quien veneraba como el más grande de los Doctores y el más profundo de los teólogos; había de– dicado cada día algunas horas á este predilecto estudio, y con su infatigable perseverancia la profundizó y se hizo sus principios tan familiares, que en todas circunstancias hacía
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