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\ PARA INSTRUIR, DELEITAR, MOVER. 39 Ig-lesia todo es antigiiedad, brilla la tradición; y ellos, gran– <les lumbreras de la Iglesia, por su santidad y por su ciencia son los canales segurísimos de la tradición divina; pues al– ~-;·unas verdades reveladas no están, á lo menos de un mo– <lo explícito, en las Sagradas Escrituras, y por ellos se nos han transmitido. ¿Encontramos en los Libros S<~nto~ lug-ares <lifíciles de entender? Accede ad sapientim·em, 'IXtdr: arl JJoctM'e?n; dice San Crisóstomo. ¿Deseamos enriqueeernos con los tesoros que se ocultan en las Santas Escrituras? Post Sm·iptur·as sanctas, IJoctm·um hmninum t1-rtctatus lege, aconseja San Jerónimo. ¿Queremos conocer la doctri– na tradicional? Patres servat,ere, dijo San Anastasia. 'l'odo esto en cuanto á la exposición de los Libros Santos; ¿qué di– remos en cuanto al púlpito? En aquellos primeros siglos de la Iglesia, en que esta Esposa del Cordero se iba desarro– llando combatida de violentas contradicciones, persecucio– nes y siempre teñida en sangre, aquellas columnas de la Iglesia, aquellos Padres y Doctores predicaban, escribían, üisputaban; de donde en sus obras se encttentran toda cla– se de materias, diversidad üe estilos, pro<ligiosa eoncepciún de ideas, des1le las más sencillas á las más sublimes. Los Padres griegos y latinos forman un monumento grandioso á la tradición, á la elocuencia cristiana, sin que la injuria de tantos siglos haya podido carcomido. Protestantes sabios ha habido de nuestros tiempos, que al consultarlo, no pudieron resistir á la verdad iluminadora que brotaba de sils páginas antiguas, y presurosos corrieron al seno de la T glesia de sus mayores abandonado. Los grandes predicadores consultan los Santos Padres, y muchos en su escuela se formaron . Bossuet cita casi de continuo á Tertuliano y San Agustín. .:\Iassillón, Bourdaloue y otros sacan de los Padres grandes riquezas. Y por estudios comparativos de los buenos orado– res, se ha observado que muchos planes, ideas y felices ex– presiones que usaron estos grandes oradores, lo sacaron , ó se inspiraron en los Santos Padres. lVIas esto es digno de alabanza; impregnarnos ele su doctrina, acostumbrarnos á sus giros, á sus felices expresiones; beber con sus enseflan– zas su misma santidad, su mismo celo, su mismo fervor apos– tólico por la defensa de la Iglesia; pues aunque distantes de

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