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36 LECCIÓN IV.-SUS FUENTES principios; Ruth, Job, Tobías y Amós resaltan por srrsen– cillez; Isaías, Ezequiel, los Profetas son las trompetas de Dios que recuerdan sus juicios; Jeremías está llorando, y sus notas melancólicas caen sobre el corazón con inefable tris– teza... ¡Libros Santos! yo os estrecho contra mi corazón, os pongo sobre mi cabeza, como el Borromeo, en señal de ve– neración. 43. ¡Qué rasgos! ¡qué excelencias ! ¡cuántas bellezas! ¡Qué sublimidad de ideas, magnificencia de imágenes, des– cripciones tan magníficas de la Majestad de Dios, narra– ciones tan naturales, paisajes tan sorprendentes, tan vivos coloridos, pinturas tan exactas, giro tan elocuente de las frases, profundidad de ideas, elevación de pensamientos, armonía del corazón, vida del alma! esto encanta, arrebata, es irresistible,:¡Dios mio, yo os doy gracias! ... ¡Qué elocuen– cia tan sublime! toda clase de estilos , todo género de prue– bas, comparaciones, sentimientos, imágenes, ejemplos, ras– gos patéticos, cuanto puede realzar los sermones, todo allí se encuentra. Los Profetas reconvienen, los Santos oran, los Angeles cantan, los pecadores lloran, y toda la natura– leza revestida de la gloria de Dios canta sus grandezas desde el imperceptible átomo que se arrastra por la tierra hasta la estrella que brilla en las alturas. ¡Cu<Íntas emocio– nes ! Amor, consuelo, esperanza, con la más noble sencillez de expresión; el Corazón abierto del Salvador de los hom– bres se encuentra en los Santos Evangelios; profundidad de ideas, todo el admirable plan de la Religión en las Epísto– las de San Pablo. 'l'odo el Nuevo Testamento respira aquel suave aroma de la caridad evangélica. Y en el Apocalipsis revela el Discípulo amado todos los acontecimientos de los últimos tiempos con toda la majestad de un Profeta. Todo esto es la Santa Escritura. Predicadores descuidados, oíd; daremos cuenta á Dios de tantas bellezas despreciadas. 44. Los Salmos en particular contienen tanta belleza, poesía, riqueza de expresiones y delicadeza de sentimien– tos, que siempre han sido y serán para los hombres de inte– ligencia y corazón, un rico y puro manantial de inspiración la más sublime: el amor, dolor, tristeza santa, fuego sagra– do, entusiasmo, suspiros del desterrado, ardientes lágrimas
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