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PARA INSTRuiR, DELEITAR, MOVER. 35 1'. l\Iartínez; los Santos lo reconocen, y explican el por qué lm debido suceder así; no obstante, place su misma sencillez, .v, como dice San .Jerónimo, en nuestros Libros Santos hasta la corteza brilla, mas lo que hay debajo es sobremanera olnlce: Nitet ... in cortice, sed d1tlcins in medula est. Lo g-rancle y lo tierno, lo triste y lo vehemente, como lo paté– l.ieo, todo se encuentra en los Libros Santos; aunque, se– ¡.¡ím San Agustín, se escribieron sin la intención de que fne– ran elocuentes; la grandeza misma de las cosas lleva con– sigo la elocuencia que, como servidora obligada, sin ser llamada va siguiendo inseparablemente: Et tamquam inse– ¡Jrt?·alJilem ja:nmlam etiam non vocatam sequi eloq¡wn– l iam., 42. Y en efecto; ¡oh vosotros que estais de atalaya so– hre los montes de Israel y servís de muro á la casa de Ja– o:ob, vosotros que empapais vuestra enardecida frente con d rocío del cielo y os inspirais en la voluntad del Altísimo; antes de descender al pueblo á intimarle sus preceptos, á hablarle de sus justicias, á ensalzar sus misericordias, abrid los Libros Santos; allí encontraréis todo esto; allí los ras– gos patéticos; allí ex!Jalaciones de amor, y cuanto senti– miento delicado puede derretir el corazon humano; allí el rayo vibrante que, estallando majestuoso de manos del Om– nipotente, abre ancho surco en los espacios, y estremeciendo los desiertos y las vastas soledades, troncha y abate con es– trépito los altos cedros del Líbano; allí el rigor de sujusti– cia como abate á los soberbios, y el atractivo de su bondad 1:omo alienta á los pecadores y conforta á los justos. Au– menta el interés con su lectura. Allí los gramles y hermo– ROS ejemplos que, amenizando la historia, excitan á la virtud. David resalta en la piedad; Moisés en la mansedumbre; Elías es todo fnego, y el paciente .Job es el varon de dolores; ja– más mortal alguno conmensuró como él la inmensidad del dolor; por su fe, incomparable Abrahan, y con su heroísmo inflaman, enardecen los Macabeos; Ester encanta con su dul– zura, y la invicta Judit hace admirar el poder de Dios , y los libros de los J neces refieren y cantan las victorias de J eho– vá. El Génesis señala su origen al mundo; y los imperios, las naciones y la historia más antigua, tienen alli marcados sus
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