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PARA INSTRUIR, DELEITAR, MOVER. 33 <lumbres, que así lo ha prometido .Jesucristo: Plumina de 1'1'-ntre ejus jl1wnt aqum vivre. (.Joan. vn, 38). 38. Vamos, pues, á dar una idea de los principales estu– dios necesarios al orador sagrado, jitentes principales de invención para pocler intruir, deleitar y mover, y en donde encuentra toda clase de argumentos, pruebas y f(mnas lle expresión. l. o La Sagrada Escritura: Libe,r sacerdotalis, como le llamaba San Ambrosio, tiene el primer lugar. El fondo de loda la predicación es la Sagrada Escritura, y sin su cono– dmiento no es posible que pueda desempeñarse debidamente esa sublime función de anunciar á los hombres la divina palabra, de cumplir el precepto de Nuestro Señor .Jesucristo <le anunciar la verdad por todo el mundo, ni de esperar los !lones vinculados á la divina palabra, porque entonces sólo sería palabra de los hombres y no de Dios; pues la predica– ción no es más que la palabra de Dios explicada por sus ministros, y está destinada á alumbrar todas las inteli– gencias. 39. En todos tiempos ha si!lo este divino libro medi– tado, comentado, explicado y pretlicallo. San Pablo ftlé su gran expositor, y una gloriosa pléyade de apologistas y comentadores siguieron sus pasos. Su lectura y meditación formaba las delicias de los Santos Padres, y el grande Agus– tín, entre otros, llenaba volúmenes comentándolo, como el Crisóstomo predicándolo, y el poderoso genio de esos ilus– tres varones lo htt llenado de mil atractivos, con los cuales se hace tan sabrosa y útil su lectura, sin cuya lección cons– tante, estudio contin'ztO JI meditctción continua, no es po– sible ser un verdadero predicador, que anuncia é intima á los lJUeblos la voluntad divina. 40. ¡Qué hermosas son estas líneas del Sr. Bravo! "La palabra de Dios, ha dicho, es la vida del alma para el pre– dicador y para los fieles. J<.:s alimento, manjar y bebida todo á la vez; es medicina y lenitivo, es mandato y consuelo de Dios; expresión casta y pura, según el E spíritu Santo, se– mejante al oro purificado en el crisol: regla de fe y de cos– tumbres, dice San Agustín, cuya autoridad resplandece en todas las Iglesias; atractivo admirable y seguro de los ser-

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