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32 LECCIÓN IV.- SUS FUENTES po, sin la ciencia suficiente, han querido anunciar la,divina palabra: discursos sin fondo, insustanciales; falta de vi– gor en las pruebas; no se encuentra método; fastidiosas re– peticiones ; frases sin sentido; figuras arrastradas como por fuerza y fuera de su lugar; en una palabra, falta de or– den, claridad, solidez y fondo : no sucede así al orador ins– truido que, lleno de sabiduría, la misma plenitud de verda– des le hace hablar de un modo el más espontáneo, natural, instructivo, sólido y muy bien ordenado. 37, Por lo que en nuestros días es muy conveniente que todo cuanto contribuye á hacer estimable y provechosa la predicación sea objeto de continuo estudio para el sa– cerdote, pues todos sabemos que bajo el especioso pretexto <le progreso moderno se niega la fe, quiere la razón tener la preeminencia, y hasta se ha afirmado que ambas son incompatibles entre sí, lo que ha obligado á muchos cató– licos á escribir tratados especiales de la armonía de la razón con la fe, y que si bien ésta es superior, jamás pueden con– tradecirse. El error circula libremente por todo el mundo, los vicios todo lo han invadido, y el sacerdote debe hablar, debe instruir, debe reprender, debe predicar; Dios le ha dado esta misión: Clmna, nc ceses, quási t1~ba exalta voccm titam, et annuntia populo meo scclera eorum. (Is. Lvm). Prmdica vm·bum, insta opportune, importune: argue, ob– sem·a, increp(t in 01m11i patientia et doctrina. (II Thim. rv, 2). "Un sacerdote que no tiene más que la piedad, no ha tenido nunéa más de media vocación. Est lucerna ar– rlens et non lucens," dice Dinouard en un Prefacio de Re– tórica; y á este propósito añade Pratmans en su Camino del púlpito: "El Salvador no solamente recomendó á los Após– toles que rogaran, confesaran, celebraran la Santa Misa; mas también les dijo: "Id, predicad, anunciad mi ley á "todas las naciones. Ite, docete." Un ministro no es sacer– dote para sí mismo, mas para el público., Mas para que los jóvenes se lancen á la predicación deben ir primero tan– teando sus fuerzas, según las materias que han de tratar y los púlpitos que han de ocupar, estudiando, meditando, apren– diendo y llenándose del Espíritu Santo, para ir derramando después los raudales del agua viva en las sedientas muche-

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