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LIBRO l. INVENCIÓN. LECCIÓN IV. Suó :lluenteó petra: inótruir, deleitctr, mo11er. 35. Como los fines de la retórica ya hemos <licho en la lección precedente que son inst;·uir, deleitar y conmover, para que la predicación santa logre su objeto, necesaria– mente el sacerdote debe estar instruítlo, y pos~er las fuen– tes de sabiduría que pnedan suministrarle todo8 los debillos recursos para su elevado ministerio, y estar así preparado á cualquier evento: confirmar en la fe, saber defenderla, refutar los errores, é instruir al pueblo cristiano como Jo quiere San Pablo: Ad doccndum, ad a?'!JUCndum, ad cm·ri– piendum, ad erudicndmn inj~tstitia: ut perfectus sit homo IJei, ad omne opus bonmn instructus. (II Tim. n, 4). De lo contrario podrían seguirse muchísimos males de sus in– exactitudes, falta de precisión, vaguedades é ignorancia. 36. San Gregorio á los predicadores, sobre todo jóvenes, que sin la ciencia suficiente, y sin haber hecho el acopio ne– cesario antes de repartir, ya pretenden lanzarse al púlpito, figurándose que son aptos, sin saber aún el fondo de lo que han de decir, los compara con los tiernos pajarillos que, queriendo remontar demasiado alto antes de tener alas bas– tante fuertes para sostenerse en el espacio, caen á tierra y se matan. Y los lastimosos resultados en el púlpitD lo ma– nifiestan bien cuando los jóvenes, presurosos antes de tiem-

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