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INSTRUIR, DELEITAR, CONMOVER. 29 minar!a á hacer firmes resoluciones y propósitos. ¡Qué im– ponente y arrebatador espectáculo contemplar muchedum– bres que en inmensos oleajes se mueven, se agitan cual las hojas de los árboles, dominaclas bajo la elocuente é inflamada palabra del inspirado de Dios, que arranca suspiros, lágri– mas .Y gritos de misericordia áun de los pecadores mH.s en– durecidos! Páginas conmovedoras de la historia de la predi– cación apostólica que sin cesar se repiten. El P. Séiieri en una ciudad de las más célebres de Italia movió el pueblo á exclamar: Padre, no más; estamos persuadidos, estarnos convencidos. Y quien se golpeaba el pecho, quien suspiraba, quien lloraba. Y en otra ciudad, á algunos pecadores obsti– nados se les oyó decir estas precisas palabras: Varnos á oir cualquim· ot1'0 predicador, pm·o no al P. Séiim·i, sino nos convertiremos. ¡Qué vehemencia tan grande en conmo– ver! (Cesena, Cap~tclt., Ret. c. v). Demóstenes fué un gran– de orador, poseyó en alto grado la facultad de mover. Fe– nelón le pone en boca estas palabras, referentes al orador romano: «Tú distraías con los rayos de tu talento; yo he– ría, abatía, destruía como un rayo: 'rú hacías exclamar: «¡Qué bien habla!" y yo hacía decir: «Vamos, marchemos «contra Filipo." Aquí se expresa con toda energía el talento de .conmover y enardecer los ánimos. 33, Cuando se ha llegado á conmover, á arrastrar la voluntad á donde se quería, la victoria ya está obtenida de parte del orador. Se ha alcanzado lo que se pretendía. Se ha cumplido el fin de agradar, pues bastante se agrada cuando se logra mover, y este punto más es obra del co– razón que del entendimiento. Y á medida que la conmoción máR y más se va apoderando del corazón, ya sólo conviene ayudarla hablando á ese mismo corazón, en donde el mal tiene más asiento que en el entendimiento; flechar ese co– razón con las saetas divinas del amor, de la compunción; procurando conmovernos á nosotros mismos para conmover á los demás, según la máxima de Horacio : Si vis me.flere, dolendwn est prirnwm ipsi tibi. «Apártense del púlpito, exclama un escritor, esos predicadores cuyas frías pala– bras indican que están plenamente resignados con la repro– bación del auditorio."
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