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26 T,HC-,rTÚN 111.-SUS FINES: entretnvie~o en l't•rll\1' C\leg~mtes frases é iniciar ideas inge– nio~as pam mostrar su talento, en vez de prescribir con prontitud el remedio necesario para salvar al paciente., Por esto es que todos los varones apostólicos siempre se han indignado contra este gnsto estragado de la predicación, y en la violencia de sus lamentaciones parece que han caído al lado opuesto; mas si lo consideramos bien, veremos que fácilmente se concilian sus opiniones y las de todos los maestros de la verdadera elocuencia, si las reducimos á su justo término, que consiste en tratar con el debido respeto y entusiasmo aquella divina palabra que ha de regenerar la tierra. 28. No es sembrando de flores el camino de los pecadores como se les inspira el santo temor de Dios, y se conmue– ven sus corazones hasta hacer brotar las lágrimas de un sincero arrepentimiento. Y realmente grandes han sido y son los abusos que se observan en los púlpitos, y con razón los predicadores temerosos de Dios se han sobresaltado en to– dos tiempos por los males que resultarían en la Iglesia. "Cuando el fuego amenaza consumir una casa, dice Santo 'l'omás de Villanueva, ¿le ocurre á nadie uu período estu– cliado para pedir auxilio?, "¿Se busca por ventura agua de rosas para apagarlo,, aüade San Ligorio? "Estáse abrasan– do el mundo, dice un 1locto de los antiguos tiempos en la Vida del P. Granada, y para apagarlo búscanse aguas de flores, destiladas con artificio, y déjanse las que corren por comunes; perece de hanibre el mundo, y andamos en inven– ciones de italianas menestras, portuguesas iguarias, y sai– netes castellanos; está el siglo lleno de basura y estiércol, y venimos ~on pulidas escobillas de b~rba á limpiarlo: en– seüamos teologías á quien yerra en el A, B, C., Y un ex– celente escritor, después de haber tratado del arte de la predicación, sus primores y dificultades, llorando las cala– midades de su tiempo (quiera Dios no alcancen á éstos), de la poca correspondencia que hay entre el tierno y débil modo de predic<tr con tanta cultura y elegancia, con la rotura de costumbres, perdición de los vicios, y el estrago de las al– mas, concluye así: Nescio enim, an cum JJiogene in tanta concionatorwrn copia, accensa lucerna concionatorem qum-

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